Es una pena, pero las cosas son como son. Al Pacino lleva ya una temporadita larga a base de papeles bastante alejados de lo que en su carrera acostumbraba a hacer. No me refiero al perfil de sus personajes, sino al tipo de proyectos en los que toma parte. La edad pasa factura y aunque sigue trabajando a buen ritmo desde el 2000 sólo ha hecho una película realmente buena, Insomnio, el resto han sido productos bastante mediocres, incluyendo aquella peli protagonizada por Ben Affleck y Jennifer López, Gigli. Apostando al Límite no es la excepción.
La película viene a ser una versión ultralight de Wall Street sólo que ambientada en el mundo de las apuestas deportivas. Brandon Lang (Matthew McConaughey), una ex-promesa del fútbol americano, cuya carrera se trunca por una grave lesión, se descubre como un intuitivo y eficaz analista deportivo en el que no tarda en fijarse una importante compañía que se dedica a dar pronósticos deportivos a apostantes a cambio de una suculenta comisión. A la cabeza de ella está Walter Abrams (Al Pacino) un tipo que ve en Brandon a su futuro sucesor y al hombre en torno al cual construir su gran sueño. Eso requerirá convertir a Brandon en un chuloputas con traje de Armani, el típico ejecutivo agresivo que no sólo aconseja, sino que atosiga y embauca a sus clientes. Brandon pasa de desayunar zumitos a fumar puros y pasar de su familia.
“Y Peterman ha vuelto a echar al entrenador, así que el Alavés perderá… otra vez.”
El responsable de la película es D.J. Caruso, un tipo que dirigió la notable The Salton Sea y aquel truño de Vidas Ajenas, y el resultado es una película mediocre y sin personalidad, una especie de versión políticamente correcta de una película de Oliver Stone sobre la ambición y el mundo deportivo. Toda la perversión del protagonista se queda en la fachada y su mentor/manipulador no es el desalmado tiburón que pintan al principio. Con lo cual, todo el atractivo que podía tener la típica historia sobre un tipo corrompido por el poder y el dinero se queda a medio gas. Por ello ni engancha ni sorprende, y encima se ve venir lo que va a pasar constantemente. Con todo, la película tampoco es que sea un zurullo, se deja ver y no aburre, pero desde luego que nadie se engañe, esto ni es un duelo interpretativo ni la caída a los infiernos de ninguno de los personajes.
Matthew McConaughey ya hace tiempo que dejó de ser una promesa y sin ser mal actor, su carrera lleva años estancada en papeles hechos a su medida (ese rollo “soy atlético y un poco canalla, admira mi torso depilado”, de hecho, aquí hace pronósticos mientras levanta pesas) ha tenido algún papel notable como el de Escalofrío, y ha hecho El Imperio del Fuego y Sahara, dos pelis de aventuras, entretenidas y muy dignas, pero que no han aportado gran cosa a su carrera y que tampoco han descubierto nada. Al margen de eso peliculillas románticas de medio pelo y poco más. A sus 37 años no hay nada que indique aquello de “el nuevo Paul Newman” que decían algunos. En la peli cumple, el papel tampoco da para más, no se le pueden pedir peras al olmo.
“Tengo más estilo que Fabio Capello.”
Al Pacino por su parte está en uno de esos papeles de perro viejo pasado de vueltas como el de Un Domingo Cualquiera, parece que hayan escrito el papel especialmente para él, o más bien, para ese personaje. La única diferencia es que en vez de entrenar y gritar a sus jugadores, aquí dirige una empresa y grita a sus empleados.
Luego está Rene Russo, la eterna secundaria, en otro papel de chica interesante, ahora ya madurita y que es como el colchón que requieren los dos protagonistas. Llevaba tres años sin hacer una peli y su regreso tampoco pasará a la historia. Algún día puede que alguien le de un papel con más peso. Es una actriz con talento y que se mueve muy bien en comedia, pero que cuando luce es en un papel de relleno y cuando le dan una protagonista la peli resulta ser una patata.
La película, si tiene algo de éxito, será por el renombre de sus protagonistas, pero desde luego es mediocre en todos los sentidos. Ni mala, ni buena, del montón, muy del montón, de las que a uno se le olvidan nada más salir del cine. Así que, vista la cartelera actual, hay cosas mucho más interesantes a las que hincar el diente.
