Judd Apatow se nos sincera, al menos un poquito. En Hazme Reír el director que ha conseguido reactivar y revalorizar la comedia americana (al menos por un tiempo, porque muchas empiezan a repetir esquemas) se nos pone un poquito serio para contarnos una historia más íntima, la de un cómico archifamoso cuya vida es bastante monótona en su riqueza y que recibe la noticia de que padece una variante de la leucemia casi imposible de curar. Con ese percal el tipo se da cuenta de lo miserable que es su vida y lo peor es que tampoco sabe muy bien cómo afrontar ese instante viviendo más sólo que la una. En ese momento se cruza en su camino un joven aspirante a cómico al que contratará como guionista y asistente.
Con esa idea estamos ante la clásica historia del payaso triste, alegre por fuera y triste por dentro. Eso sí, sin nariz roja, wishkazo y barba de dos días. Ambos protagonistas irán entablando una curiosa amistad, siempre con la servidumbre presente, que les servirá para aprender de sus errores, para darse cuenta de lo que realmente vale la pena en la vida, y de una moraleja no tan amable como uno pensaría… SPOILER… y es que algunos trenes sólo pasan una vez y no hay forma de recuperarlos… FIN SPOILER.
La película, con todo, se divide en dos claras mitades. La primera centrada en la enfermedad y la segunda centrada en tratar de recuperar el tiempo perdido. Dos mitades que quizás podrían haberse unido mejor, de forma que la película tampoco se resintiese por su larga duración. Y es que aunque no aburre, si que se nota cierta sensación de pesadez porque hay momentos innecesariamente prolongados. Es como si a las comedias que Apatow nos ha acostumbrado quisiera añadirles momentos de intimidad sin sacrificar ninguna escena de coña ni tampoco ninguna conversación “importante”. Hubiese agradecido que Apatow hubiese tenido más claro por dónde tirar, porque uno no sabe si al final lo que nos ofrece es un prólogo demasiado largo o un desenlace interminable, aunque visto el final, me decanto más por lo segundo.
Pero ojo, también la película tiene méritos destacables y uno de ellos es el de demostrar que Apatow sabe rodar cosas más allá de la comedia pura y que Adam Sandler puede ser un actor muy decente en buenas manos. Sinceramente me ha sorprendido el papel de Sandler al que siempre he tenido por un tarugales bromista incapaz de hacer otra cosa que no fuese un personaje que vacila al resto del reparto. Aquí esa faceta es sólo la fachada pública del personaje, pero en su intimidad la cosa cambia. Por primera vez he visto a Sandler hacer un PERSONAJE de verdad y no sólo su surtido de muecas y chistes de pollas y viejos. Seth Rogen y un buen puñado de secundarios ayudan a que el conjunto también remonte y a más de uno le gustará ver a Eric Bana haciendo de australiano según los tópicos americanos.
La sensación final es algo tibia pero buena. No es, desde luego, el trabajo más redondo de Apatow, ni de coña, pero al menos si es en el que ha decidido salirse un poco de su forma habitual de hacer cine y se ha aventurado a explorar otras facetas suyas y de sus personajes sin abandonar su estilo.
