Vista en perspectiva –y esta perspectiva va a cambiar muy probablemente con el paso del tiempo– creo que Donde Viven los Monstruos se trata de un film que reúne una cantidad de talento absolutamente descomunal pero que a la mínima que se despista pierde completamente el norte porque Jonze parece incapaz de orientar al increíble equipo creativo con el que trabaja hacia una dirección concreta. Sería muy injusto, sin embargo, reducir la película a ese nivel, porque está repleta de ideas buenas, de un diseño brillante, y en general, se trata de un producto visualmente inconmensurable, creativo, original, y humano como pocos, prácticamente ninguno, se han visto esta temporada. Lástima que, en sus propios términos, y entrando en su juego, nunca dejó de parecerme nada más una peli decente, sobre todo por falta de vigor y por lo poco trabajada que parece su historia.
Pero, oye, vaya términos.
Donde Viven los Monstruos no es un film para niños, sino una exploración de la infancia desde la mirada de los adultos. Y es una mirada profundamente psicológica y muy incómoda. El film, adaptación del relato corto de Maurice Sendak, es una crónica de la depresión infantil. La que tiene Max, que ve cómo su madre soltera se ha echado nuevo novio. Para el chaval, es la guinda del pastel de un día lleno de frustraciones que termina con el pequeño huyendo de su casa, y escapando a un reducto de su imaginación: una isla solitaria donde habitan unas enormes criaturas peludas.
La primera vez que vemos a Max, el pequeño está corriendo por la casa, berreando como un recién nacido y destruyendo la habitación de su hermana. Es demasiado mayor para hacer esas tonterías, pero todavía no lo sabe del todo. La película nos lleva al primer momento en el que un niño se da cuenta de que tiene que cambiar su comportamiento si desea encajar en el mundo. El cambio tiene lugar a través de la relación entre Max y Carol, una de las criaturas, cuyo comportamiento se parece bastante al del chaval: la misma frustración, la misma violencia. La destrucción es uno de los puntos claves del film; un adolescente reacciona ante la frustración con crueldad sibilina. Un niño de 10 , nos cuentan Jonze y Eggers, simplemente destruye. Y desde este punto de vista, uno entiende por qué en el mundo imaginario de Max no hay lagos con arco iris ni vuelan unicornios, sino que se parece más bien a un páramo manchego.Y por qué todas las criaturas que le rodean están tan deprimidas como él. Vale la pena repetirlo: un film medio fantástico sobre la depresión infantil. Olé sus huevos.
El problema de Donde Viven los Monstruos es que hay un montón de momentos en los que carece de vida. Ya sea porque hay cuarenta minutos en los que no sucede nada, bien porque Spike Jonze sigue sin estar convencido de estar calando en el público con el tema, que es enormemente complejo y nunca, nunca, nunca termina de dar la sensación de estar completamente desarrollado. Hay poquísima progresión en la película. La forma en la que Max acepta que tiene que dejar de comportarse como un animalito a través de su relación con Carol sólo se deja intuir. El resto de criaturas no son más que unos leves esbozos que dan a entender quizás, una pequeña faceta de la personalidad del crío, pero nada más. Es una forma como cualquier otra de contar cosas, pero en esta película es contraproducente que no veas: explicarle al público una idea de forma sutil es una cosa, dejar que la pille al vuelo por pura ciencia infusa es otra y peor, más que nada porque perdemos mucha fuerza como narradores.
El caso es que, que no es fácil explicar los defectos de una película como ésta, pero adjetivos como “muda”, “distante” o “difuminada” le vienen como anillo al dedo. Eso sí, también se le pueden aplicar dos expresiones más: es valiente como pocas –si hay algo que el film nunca hace, jamás, es comprometerse: va a muerte con su visión, por muy alienante que sea, lo que es para levantarse y aplaudir– y comprende una colección de talentos como no se ha visto en años y que ninguna película de esta temporada llega siquiera a mirar de frente.
Y cuando digo ninguna, es NINGUNA. Un director como Spike Jonze, sorprendentemente intimista en esta ocasión; guión de Dave Eggers (Nominado al Pullitzer con 30 añitos con A Heartbreaking Work of Staggering Genius. Nominado al National Book Critics Circle. Ganador de  un TED); música de Karen O y Carter Burwell. Más: fotografía de Lance Acord y diseño de producción de K.K. Barrett, estos dos últimos miembros del equipo técnico personal de Sofia Coppola y que desarrollan unos planos que te matan, unos escenarios que te matan.Todo ello producido bajo la atenta mirada de un productor llamado Tom Hanks y con la estrecha colaboración del autor de la obra original, Maurice Sendak. Y por si fuera poco y en breves papeles, Catherine Keener y Mark Ruffalo, dos actores con los que nadie falla. Y coronado por un chaval como es Max Records que logra trasladar perfectamente cada punto de “crio irritante que te meto dos sopapos al que interpreta”. Y muñecos desarrollados por la factoría de Jim Henson con voces de Gandolfini, Cooper, Dano y Whitaker. La suma de todos ellos es motivo más que de sobra para ir a ver esta película porque es el equivalente creativo al nivel técnico demostrado en films como Avatar. Es explosivo. Y es un problema. A veces es incontenible. A veces es demasiado. Cuando decía que la película “pierde el norte” no es que se vaya por los cerros de íšbeda (en realidad, está sorprendentemente bien centrada en su tema, otra cosa es que le ponga fuerza), no: es que deja de contarnos cosas, para que todo el mundo que trabaja en la peli te demuestre lo bueno que es. No pasa a menudo. Pero pasa.
Para todo el bombo que la hemos dado, podría ser decepcionante. Lo es, pero hasta cierto y limitado punto: Donde Viven los Monstruos no está aquí para hacer amigos. Cierto es: apenas es una historia coherente, para ser un film que describe una sensación exhuberante como es destruir cosas, se hace muy triste ver la escasa energía que pone en el empeño. Es una película que depende mucho de su carga visual y de la banda sonora porque no tiene cosas que contarnos. Pero es una mirada distinta, menos pedante de lo que podría parecer desde un primer momento y, en términos generales, otra película más de Spike Jonze que desafía expectativas en una época donde, maldita sea, se desafían demasiadas pocas veces.
