No me gusta la saga Saw. Lo digo para que vayáis prevenidos. También he de decir que vi las dos primeras y hasta esta séptima no he visto ninguna más, aunque bien es cierto que, salvo el cambio de rol de algunos personajes, la historia es la misma de siempre. Dicho esto, vamos al grano… o al grumo.
Gracias al periodo vacacional navideño pude ir a ver el pase de prensa de la que es, en teoría, la última entrega de una saga a la que se le podrá criticar muchas cosas, pero que desde luego ha sido exitosa y fiel a su público. Si la primera entrega hacia alarde de cierta originalidad y un (falso) ingenio, la segunda parte ya iba por el camino del “más de lo mismo, pero más bestia”. Esta séptima entrega es justo eso, lo mismo de siempre, más explícito si cabe, y con una trama de interés nulo, más allá de si las víctimas del Jigsaw de turno conseguirán sobrevivir o no al nuevo juego.
Encontramos a Costas Mandylor como heredero de Jigsaw, que pretende dar caza a la viuda de éste tras jugársela en la entrega anterior. Entre tanto ha ideado un juego macabro (no podía ser de otra manera) para castigar a un tipo que se está forrando a costa de vender un falso pasado como víctima del psicópata (¡Sean Patrick Flanery!), un juego que, como siempre, involucra de forma más personal de la que quisiera al policía que lleva la investigación.
A partir de aquí, despiporre. Yo me senté en la sala sin esperar nada bueno y con la intención de tomarme a coña todo lo que salía, porque no puede ser de otro modo, y sinceramente, es como más se disfruta este mondongo divertido. La primera trampa que abre la película ya está pensada para que no nos tomemos muy en serio la cosa: Dos chavales engañados por una misma mujer que deberán elegir entre matarse el uno al otro, o dejar morir a la putaca que se ha liado con ambos a la vez, haciéndoles creer que era su novia… el resultado es el esperado: Fuck you bitch!.
El 3D de la película no hace sino subrayar lo grotesco, algo que tenía que ser así en una saga tan retarded y charcutera donde la gracia, a fin de cuentas, está en ver morir a mucha gente de forma muy desagradable. Y de eso tenemos ración doble en esta película. Nos la suda la trama, nos la sudan los personajes, pero, tomada a guasa, te riés un rato con lo retorcido de algunas trampas y la actitud de las víctimas, casi siempre hostiables. Casquería a mansalva y en 3D, no esperéis más.
Como peli no vale dos duros, pagar 10 por verla en 3D es escandaloso, pero reconozco que a estas alturas de la saga son honestos y coherentes con lo que tienen entre manos. Ya no se ve ese aura de “queremos hacer el nuevo Seven“, saben que esto se parece a Seven como un huevo a una castaña y que la gracia no está en si atrapan o no al malo, sino en a ver cómo muere ese mamón y a ver si aguanto la escena sin parpadear (porque en algunas, debo decirlo, se lucen de lo lindo con lo desagradable).
Ahora bien, no pueden renunciar al clásico giro final inesperado (contado con su debido flashback para que no digas “y una polla”) que ha estado siempre presente en la saga y en el que los buenos se vuelven malos, etc.
Es para los muy fans, y tomada a guasa y con amigos, puede ser bastante divertida. Más allá sólo es mugre (en todos los aspectos).
