Love Actually parecía prometer bastante por varios motivos: el debut en la dirección del guionista de Cuatro Bodas y Un Funeral (aquella comedia británica que catapultó a Hugh Grant y que fue un éxito en todo el mundo), un reparto interminable de superlujo (imposible incluirlos a todos en la ficha) y un trailer que prometía buenos ratos de diversión. Desde luego el título no llamaba a engaño, era una comedia romántica, pero yo al menos, tenía la esperanza de que con semejantes actores (si estaban ahí debía ser por un buen guión) y viniendo de Inglaterra la película no cayese en la sensiblería barata. Craso error.
La película comienza ya con una voz en off de Hugh Grant hablando del amor, pero uno quiere creer que se trata solo de una introducción un poco desafortunada. La película avanza y cuenta desde luego con momentos de humor muy logrados, pero no son muchos y se reducen casi todos a ese actor desconocido para el gran público, Bill Nighy (Underworld, Siempre Locos), que sin embargo es lo mejor de la película con su papel de vieja gloria del rock cuya carrera es una broma de lo que fue y al que todo le resbala.
El resto de la película sin embargo es un batiburrillo de historias, que se entrelazan, a cada cual más bochornosa, si acaso destacar la de los dobles de actores porno o la de Alan Rickman y Emma Thompson, que es el toque amargo del filme. Y es que la película cae en lo que un servidor tenía esperanzas que no cayera, es decir, la blandenguería y la ñoñería de las películas románticas chafarderas. Se suceden sin parar situaciones de declaraciones de amor “ingeniosas” o aún peor, en público (véase: en medio de una función de Navidad, delante de todo un barrio portugués o en un aeropuerto tras haberlo puesto patas arriba), algo que uno no entiende pero que al parecer debe ser tan habitual.
En fin, el amor el la excusa y la losa de esta película que al menos tiene momentos graciosos y cuenta con buenas actuaciones en general, pero no todas, porque también tenemos el placer de descubrir al “Matthew Lillard” inglés, Kris Marshall, un actor que al igual que su homólogo americano es alto, flaco, feo y no hace gracia por muchas muecas que ponga.
También cabe destacar los numerosos cameos de la película con actores como Billy Bob Thornton, Shanonn Elizabeth y Dennise Richards (dos de las chicas americanas megacachondas) o Rowan Atkinson.
En definitiva, se trata de una película simplona con algunos momentos acertados y que se hace excesivamente larga con sus dos horas y cuarto. Eso sí, es la clase de película que encanta al público femenino, y no es un comentario machista, las lágrimas corrían por las escaleras del cine.
