¿Es entretenida? Sí. ¿Está bien hecha? Mas o menos. ¿Viggo mola? Aguanta el tipo. ¿Está para comprársela? Pues, hombre, no, pero es la mar de distraída.
132 minutos parecen inacabables para una producción de estas características, que no deja de ser una modestita película de serie B, del tipo de las que suele hacer su director, Joe Johnston, el de Parque Jurásico III, la divertidísima Rocketeer o su fenomenal Cielo de Octubre. La película tarda demasiado en arrancar y no es hasta los tres cuartos de hora cuando la acción comienza en serio. Para entonces, el espectador puede dormirse perfectamente.
Esos cuarenta y cinco minutos iniciales, que uno podría pasarse perfectamente sacándose las pelotillas de cera de los oídos, sirven para presentarnos a Frank T. Hopkins, un jinete de sangre india (mira que es raro porque parece noruego, pero de Mortensen, que tiene hasta ancestros esquimales, me lo creo) que antaño fue la pera, pero que ya se sabe, cae en desgracia y se convierte en un borrachín hasta que los árabes le contratan para la carrera Océanos de Fuego (nótese que este es el título con el que la peli se estrena en nuestro país. Su título americano original es Hidalgo y para una vez que está en castellano, encima, nos lo cambian), una burrada de competición a través de nosecuantosmil kilómetros de desierto donde los hombres mueren con una facilidad pasmosa, fíjate tú.
No parece que los guionistas se hayan comido mucho el tarro: la lucha de Hopkins se ve interrumpida por múltiples peripecias… bueno, no, por TODAS las peripecias: princesas en peligro, arenas movedizas, tormentas de arena, caballo herido, sed, calor, mas arenas movedizas… ahora le roban, ahora le pegan, luego le intentan capar como a un ternero… en fin, que le pasa de todo. Lo bueno es que Johnston sabe lo que hace y la película lo agradece porque la acción es bastante vistosa, amén de una fotografía espectacular, mejorada por el uso de filtros para lentes de todos los colores. Escenas realmente malas, pocas, pero destacar una de las últimas cuando Viggo está pero que muy mal y convoca a los espíritus indios en medio del desierto. En ese momento el espectador cree que el guionista se ha vuelto loco. Entonces los espíritus aparecen y las exclamaciones de sorpresa tipo “¿pero qué coño pasa aquí?†comienzan a escucharse en la sala. De todas formas, es una pequeña salidilla de tono, y no desempaña el correcto trabajo del equipo del film, que, por otro lado, tampoco es que esté especialmente inspirado, a excepción de Omar Sharif, que vuelve a dar caña casi 40 años después de Lawrence de Arabia para demostrarnos que para manejar un alfanje se las pinta solo. El mejor del reparto sin esfuerzo. Una duda: creo que Malcolm McDowell aparece también unos diez segundos, pero no estoy muy seguro porque mi cabeza daba bandazos de sueño. Necesito confirmación. Pues eso. Viggo bien, y el caballo (el susodicho Hidalgo) muy bien, muy majo. Como la peli. Ni mas ni menos.
