Tras el éxito de su ópera prima Nueve Reinas, no se puede decir que la segunda película de Fabián Bielinsky no fuera esperada como agua de mayo entre los amantes de las películas de timadores timados que dan el golpe perfecto. Nueve Reinas es una demostración de cine ágil y desenfadado que en ocasiones llega a recordar (y fíjense lo que estoy diciendo) a la famosa El Golpe.
Vaya por delante que soy un amante de este tipo de películas. Pues bien, he de decir y no sin un sentido pésame que El Aura no se parece nada a la anterior película del director. Lo primero: no va de atracos perfectos, ni de timadores, ni de embaucadores que venderían hasta una manta nórdica a un hawaiano. No. El Aura va de tipos solitarios, frustrados, con problemas. Tipos incapaces de tomar la iniciativa, a los que la vida, simplemente, les absorbe con su cúmulo de acontecimientos. Ricardo Darín, que también repite con Bielinsky, parece incapaz de robar a un ciego en la cabalgata de reyes.
El furgón perfecto.
Partamos, por tanto, de la base de que el director quiere mostrarnos otra cosa distinta: el retrato de personas desquiciadas, que se torna en un thriller inverosímil al que le cuesta un mundo arrancar (¿a qué vienen esos planos del coche recorriendo los bosques… con esa música de piano? ¿¡¡Pero pero pero qué quieren decir!!?).
Sin embargo el problema de la película es que se basa en dos cosas sobre las que parece que se va a sustentar el film y acaban siendo nimiedades: el atraco al casino en primer lugar. Éste se basa en que cuando la furgoneta encargada de recaudar pare en un bar de carretera nosotros… vamos pallá y les quitamos el dinero a punta de pistola. ¡Guau! Menuda atraco perfecto, que planificación jefes, dignas de un cerebro privilegiado.
“A ver si no me da el yuyu ahora, que puede ser una catástrofe.”
Y en segundo lugar, la película se apoya en los ataques epilépticos que sufre el protagonista. Antes de padecerlos vive unos momentos en los que sabe que va a sufrir un ataque pero no puede hacer nada por evitarlo. Ese momento es el aura (oooh), que da título, por cierto, a la película. Pues bien, este recurso se aprovecha de forma interesada y completamente previsible para darle un poco más de gancho a una película, que por desgracia, no lo tiene.
“¿No te irá a dar el yuyu ahora?”
Ah! Y el film tiene un tercer tema: los maltratos y la relación que sufre la dueña de un albergue por parte de su marido. Pero… ¿de verdad esta película va de maltratos? ¿no era de embaucadores? Bielinsky, acláranoslo, por favor.
En definitiva, un thriller sin fuelles que termina siendo un intento fallido de hacer una película sobre gangsters profunda y reflexiva. Mucho me duele pero, lamentablemente, no merece la pena.
Samuel Rodríguez Cimiano.
