Hay algo remarcable en esta película, por mucho que se le vaya la pinza en el último tercio, por muy exagerada que pueda ser en algunos instantes. Para todos los que intervienen en esta película, empezando por Bruce Willis, queda clara una cosa: el cine de acción aún no ha dicho su última palabra.
Quizás recordéis un film estrenado el año pasado, un remake de Asalto a la Comisaría al Distrito 13 protagonizado por Ethan Hawke y Lawrence Fishburne. No es que la película sea nada del otro mundo, pero recuerdo una escena que me impactó sobremanera: uno de los asaltantes entra en el edificio y se dispone a matar a una chica. Entra Ethan Hawke por detrás. Hawke dispara al agresor en la nuca, estilo ejecución. La cabeza del pobre diablo sale disparada hacia delante y revienta un cristal en medio de una lluvia de sangre.
La secuencia ha durado medio segundo, en un plano fijo. Se ve todo. Y nadie dice nada, como lo más normal del mundo. Sigue la película.
Pues bien, esta es la clase de violencia que nos encontramos en Hostage y que, en esta ocasión, va acompañada de una historia enrevesada como ella sola y que por el bien del futuro espectador intentaremos explicar lo menos posible: Jeff Talley (Bruce Willis) es un sheriff semirretirado de las grandes ligas tras haber fracasado como negociador. Vive en un pueblo la mar de normal y pacífico hasta que tres jóvenes adolescentes irrumpen en una de sus casas más lujosas, perteneciente a un abogado (Kevin Pollak) que trabaja para clientes de, por decirlo de algún modo, dudosa honestidad. En el momento en el que dichos clientes ven como sus negocios ocultos están en peligro por culpa de esos tres ladronzuelos deciden contraatacar, empleando la única cosa que le queda por perder a Talley en este mundo. Su propia familia.
Un honrado hombre de familia.
¿Qué eleva a Hostage por encima de la media? Varias cosas, empezando por la labor de su director, el francés Florent Emilio Siri. Al igual que en el film que le catapultó a la fama, la desquiciante Nido de Avispas, Siri imprime a la película un ritmo demencial lleno de florituras visuales. Sin embargo, este director, para sorpresa de muchos, empezando por un servidor, resulta ser un cineasta mucho más clásico de lo que parece: ni efectos fotográficos, ni absurdos movimientos de cámara. Primero, es consciente en todo momento de que está jugando con elementos claustrofóbicos (y es que la casa del abogado parece una laberíntica fortaleza) y saca un enorme partido del escenario. Y segundo: no se corta un pelo a la hora de mostrar violencia explícita, sobre todo en los momentos finales del film donde los cuerpos acribillados comienzan a estar a la orden del día. ¿Por qué? Porque la tensión en Hostage deriva directamente de la violencia que son capaces de ejercer los tres adolescentes que se han colado en la casa. Y si bien dos de ellos no son nada del otro mundo, Mars, el tercero, es harina de otro costal. Un verdadero psicópata por obra y gracia del ascendente Ben Foster (X-Men 3). En el momento en el que se encarga de su primera víctima (yo me quedé helado) somos conscientes, gracias a la fuerza de la escena, de que aquí no estamos ni para contemplar un espectáculo de violencia gratuita ni un show de coñitas de polis graciosos y secuestradores ineptos.
Segundo: Hostage está llena de improbabilidades, pero todas ellas colaboran a elevar el estado de tensión asfixiante que se respira durante la primera (y soberbia) hora de metraje. Exagerar las circunstancias para entretener de esa manera me parece un pecado de lo más perdonable. Al margen de la excelente película de acción que es este film, existe una parte de suspense, incertidumbre y tensión muy bien manejada considerando que en esta película hay personajes que sólo existen para mantener el argumento en marcha. Afortunadamente, Bruce Willis no es uno de ellos. Sí, lo sé. Willis es mi amo y señor y me quiero casar con él, pero soy de la opinión que desde que empezó a trabajar con Shyamalan ha desarrollado un estilo de interpretación, objetivamente hablando, en el que “menos†es “másâ€: ha dejado de sobreactuar y consigue que los momentos más emocionantes resalten por encima de una interpretación que, a lo largo de la película, es fluida y es un ejercicio de profesionalidad (creo que es el primer film en años en el que Willis no está completamente sonámbulo mientras actúa).
“Se van a enterar estos de quien es John McClane, digooo Jeff Talley.”
Tercero: la banda sonora del año, chavales. Alexande Desplat monta una música orquestal que eleva la acción a la enésima potencia. Mientras otros films se encargan de introducir tambores machacantes que se pierden entre el estruendo de las explosiones, Desplat realiza un trabajo a la altura del de Michael Kamen en Jungla de Cristal o Trevor Jones en Máximo Riesgo. La música es un elemento más de la acción y su eficacia es indiscutible.
Sin embargo, Hostage tiene demasiadas cosas en juego y demasiados elementos que se manejan al mismo tiempo. Hay hasta cinco pequeñas historias insertadas dentro de film y conforme se acerca el final el guionista comienza a pisar el acelerador cosa fina, cerrando algunas secuencias de una forma bastante exagerada (y cuando veáis a Mars el tarado durante los últimos instantes del film sabréis de lo que estoy hablando), llegando incluso al exceso sádico. Uno hubiera agradecido que la película se hubiera mantenido en esa línea astuta, volando bajo el radar, que se respiraba durante los primeros sesenta minutos, pero en vez de eso Doug Richardson, el guionista, pierde ligeramente los papeles y tira por los derroteros de traca de Hollywood. Una lástima, porque toda esa, ejem, ejem, “credibilidad†que la película había ganado (gracias a que, sí, había incoherencias, pero eran completamente necesarias), salta por la ventana. El brillante epílogo final intenta arreglar las cosas, pero es como engullir un zumo de naranja después de una sobredosis. No te enteras de nada.
“¡Qué soy Bruce Willis, que soy ignifugo!”
En general, Hostage tiene momentos realmente brillantes y a la altura de la larga tradición de los thrillers de acción clásicos, pero le pierde la poca confianza que tienen sus creadores en el material. Da la sensación que ni Siri ni Richardson han estado completamente seguros de que el público se lo está pasando pipa, y por eso meten los supertiroteos megabrutales del final (incendio infernal incluido). Se han equivocado al pensar así, pero el fallo ya está hecho y sólo queda desear que en sus siguientes films estén completamente seguros de que la fórmula que han empleado en los primeros 75 minutos de Hostage funciona: un thriller capaz, emocionante, poco original, pero absorbente de todas formas. Sólo falta que no metan la pata al final. Hubiera sido la guinda perfecta.
LO MEJOR:
– Siri y la banda sonora de Desplat.
– Continúa de forma brillante, en algunos momentos, la estela de pelis como Jungla de Cristal o Negociador. Que sea una película de acción no implica que aparezcan tetas o Ferraris estallando a trescientos por hora. Entender eso es la parte complicada a la hora de hacer películas de este género. Y lo han pillado a la primera.
LO PEOR:
– Los últimos 15 minutos arruinan la película de forma casi irremisible.

-
Fuller Azahares Puebla Sur