Después de la buena acogida de La Casa de los 1000 Cadáveres por los seguidores del cine de terror e incluso por parte de la crítica era cuestión de tiempo que Rob Zombie se pusiera de nuevo tras las cámaras. El también músico y antiguo líder de White Zombie retoma los personajes de aquella película para contarnos las consecuencias de haber asesinado al Sheriff George Wydell en la primera película.
Todo comienza en la siniestra casa de esta familia a la altura de la de La Matanza de Texas. Todos descansan plácidamente sin saber que fuera les espera el Sheiff Wydell, hermano del primero, dispuesto a darles caza junto a sus hombres. Tras un tiroteo Otis y Baby conseguiran escapar y darán aviso al Capitán Sapulding para dar comienzo a esta road movie sangrienta y llena de humor negro.
Baby, el Capitán Spaulding y Otis preparados para dar guerra.
Una de las cosas que pueden destacarse de la película es precisamente que a pesar de que los protagonistas siguen haciendo de las suyas no es una copia de la anterior. Aquí estamos ante una especie de El Fugitivo pero con psicópatas sanguinarios en vez de un pobre médico. Casi todo transcurre en pleno día y en los paisajes desérticos de Texas y además somos testigos de la relación que guardan los protagonistas, dentro de la relevancia que eso puede tener en una peli de estas, claro. No es una película tan macabra y enrarecida como la primera pero que nadie se asusta, porque si de casquería se trata, aquí hay una buena dosis.
Se nota que Rob Zombie no es sólo un tipo que se ha metido en esto por su fama como músico, el tío tiene bastante talento como director y se nota que es un incondicional del género, como demuestra la elección de algunos secundarios como Ken Foree (actor de la original Dawn of the Dead) o Michael Berryman (el tipo deforme de Las Colinas Tienen Ojos). Otra cosa es que el tipo de historia me entusiasme, pero al menos lo que cuenta, lo cuenta bien.
El Sheriff Wydell planeando su venganza.
Los actores en su línea, Sid Haig haciendo su histriónico Capitan Spaulding, Sheri Moon la tocapelotas Baby y Bill Mosely el serio y sádico Otis. Cumplen con su cometido y consiguen dar cierta verosimilitud a una panda de tarados y asquerosamente guarros asesinos. Aunque yo me quedo con William Forsythe y su Sheriff Wydell, un tipo que poco a poco se va convirtiendo en un tipo tanto o más loco y sádico que ellos, ese tópico de que para cazar a un psicópata hay que pensar como él.
Todo esos se adereza con una fotografía muy adecuada para una road movie, un montaje muy acertado, una banda sonora con bastantes temas de rock setentero y country que aligeran el tono de la historia y nos queda una interesante película que se aleja del terror puro aunque manteniendo muchos de sus ingredientes.
