La nueva película del taiwanés Ang Lee (Sentido y Sensibilidad, La Tormenta de Hielo) no sólo es una prolongación de su anterior y exitosa Brokeback Mountain, sino también una vuelta de tuerca más a la temática central de la obra de Lee (La oportunidad de amar y el premio-Sentido y Sensibilidad-por aceptarlo o la condena de aquellos que por el motivo que sea lo niegan- Brokeback Mountain, La Tormenta de Hielo, Tigre y Dragon-).
Con la colaboración de su inseparable James Schamus al guión Lee rueda,una vez más,la tragedia de dos seres humanos (poco le importan a él las razas ni los géneros) cuyo amor deviene casi imposible.
La película viene dividida en dos tramos muy diferenciados: el primero relata el despertar a la conciencia política de la joven Wong Chia (Tang Wei, un delicioso descubrimiento de Lee) en su periplo universitario durante la ocupación japonesa de China durante la II Guerra Mundial. Así se unirá a un grupo de teatro de jovenes idealistas que un dia decide pasar a la acción. Pero un acto fortuito, salvaje y crucial frustará los planes que tenían para el colaboracionista Mr Yee (un sensacional Tony Leung, en las antípodas de Infernal Affairs) y marcará su paso de la inocencia a la gris realidad donde la difusa línea entre héroes y monstruos se vuelve prácticamente inexistente.

Es a partir de aquí cuando el film entra en su segunda parte y eleva el vuelo hasta cotas si cabe más intensas que en la precedente Brokeback Mountain, pero más dramáticas y menos trágicas, pues aquí el amor, o su falta, devienen más un imperativo condicionado por la supervivencia que una elección fruto de la cobardía.
De cualquier modo se hace patente que este es el tema que interesa a Lee que pasa a contarnos una historia de amor dura y enfermiza,en las antípodas del bucolismo de su anterior film, pero no por ello menos auténtica y arrebatadora.
El affaire, primero fingido y luego real, entre dos personajes marcados por el destino ocupa el núcleo central de esta parte de la historia.
Poderosísimas e intensas son las escenas de sexo explícito, la película ha sido censurada en China y Estados Unidos, a la vez que totalmente indispensables para entender lo que nos cuenta Lee. El progresivo acercamiento entre un hombre solo, violento y cruel (Mr. Yee) cuya única posibilidad de contacto humano son unos encuentros sexuales presididos por la brutalidad y el miedo que es el eje de su vida, y un ángel hecho mujer cuyas alas irán marchitándose para revelar finalmente su humanidad.




Resulta prodigioso el cambio de tono gradual que sufren estos encuentros, empezando en la brutalidad que raya la violación hasta llegar a una sensibilidad dolorosa pero emocionantemente auténtica y pura, guiado con mano maestra por Lee.
En su hora final Deseo, Peligro ejecuta una brillante pirueta formal para sin perder un ápice de lo contenido hasta entonces poner un pie (y medio) en el Hitchcock de Encadenados sumando a su carga emótiva un componente de suspense que te clava a la butaca hasta la inesperada y brillante conclusión.
Una vez más, como siempre en el cine de Lee, los protagonistas se ven obligados a escoger entre el corazón y el deber, y en este caso entre el amor y la supervivencia trayendo consigo unas demoledoras consecuencias para quien niega la misma esencia, según el director, de la humanidad: la capacidad de amar sin condiciones, a cualquier precio.
Y si terrible resultaba el I Swore you final del añorado Heath Ledger, el plano final de la cama de Deseo, Peligro quizás no mueva tanto a piedad como aquel, pero resulta igual de rotundo y muchisímo más terrible, tanto como el largo infierno que espera a uno de los protagonistas.




Valores añadidos resultan la tersa fotografía de Rodrigo Prieto y la quizás no original pero sí intensa y desaforada partitura de Alexandre Desplat que colaboran a hacer de este un film una pieza con un poder de sugestión sin límites y un broche de oro a la, de momento, Cuatrilogia del Desamor de un director algo infravalorado pero uno de los pocos, sino el único con dos Osos de Oro, dos Leones de Oro y dos Oscars.
Lo mejor: Su elegancia y sencillez formal prima de Ozu y Eastwood y su radicalidad temática.
Lo peor: No haber sido tan apreciada en EEUU como Brokeback Mountain por su carga sexual y su mayor grado de incorrección política.
J.A. Aragoneses (Colaborador)
