Venganza (Taken) es un film dirigido por Pierre Morel pero, casi me atrevería a decir más importante: escrito por Luc Besson y Robert Mark Kamen. Estos dos, lo que hacen es: se levantan por la mañana, se toman un café, se lavan los dientes, escriben un guión, sacan al perro, ven la tele, comen, escriben un guión, echan la siesta, juegan al baloncesto con sus hijos, escriben un guión, van al centro comercial con la mujer para ir de compras (mientras, escriben dos guiones), cenan y se van a la cama.
No es que Taken sea realmente mala. A ver, no. En realidad, es un film de acción perfectamente pedestre y genérico. La cosa va del antiguo experto mega mala bestia de la CIA Brian XXXX (Liam Neeson) cuya bondad y gentileza le impiden reventar las tetas de silicona de ese pedazo de zorrón que tiene por ex mujer (Famke Janssen, que podría hacer estos papeles hasta dormida). Máxime cuando su nuevo esposo es nada más y nada menos que el criminalmente infravalorado experto en mamones, Xander Berkeley. La niña de sus ojos es Kim (Maggie Grace – Perdidos), otra de esas actrices de veinticuantos años a la que la ponen dando vida a una niña de 15 pero no pasa nada porque es una película y si Rob Cohen se ha salvado del paredón de fusilamiento en La Momia 3 que demonios, vamos a darle un pase. El caso es que la niña –que dice que se va de visita turística a Francia pero en realidad va a seguir la gira europea de U2 lo que augura la catástrofe– es secuestrada por una red de trata de blancas, lo que lleva a Bryan a París en busca de su retoña para desmantelar, él solito, toda una organización entera y cargarse la capital francesa en el camino.
“Pedestre” y “genérico” están elevados a la máxima potencia aquí y no va a ser Pierre Morel quien se salga de la tónica general: la cámara no marea demasiado, introduce convenientemente flashbacks de escenas que hemos visto cinco minutos antes, no sea que nos perdamos, y tiene el buen gusto de dejar vía libre a esa bestia parda que es Liam Neeson. La película prácticamente te telegrafía las escenas pero siempre queda la curiosidad de ver al extraordinario intérprete irlandés abordar con absoluta convicción un papel que exige de él un esfuerzo físico que es de agradecer a sus años (ver correr a este mostrenco de cinco metros es uno de los mejores espectáculos del cine contemporáneo), mientras reparte estopa entre villanos sin rostro sin ningún tipo de miramientos.
Es un film clásico y tradicional que sigue las reglas del directo al videoclub, lo que en parte es de agradecer porque además, moralmente hablando, los buenos son muy buenos y los malos son una panda de degenerados que actúan a ambos lados de la ley, con lo que la faceta de vengador despiadado de Neeson no provoca tanto trauma como otros films de su condición. La otra cara de la moneda es que hoy en día Taken nos mete dentro de un mundo demasiado sórdido y que afecta a la ligereza de sus intenciones: todo el contexto horripilante del mercadeo de mujeres es simplemente una excusa que no tiene el más mínimo efecto en ninguno de los personajes. En el minuto que parece que realmente este señor de la CIA parece que va a implicarse emocionalmente con las chicas –completamente drogadas y usadas como recipientes de esperma– a las que ve por el camino, Morel, Besson y Kamen nos meten una escena de acción… genérica (sin rodeos: no es cutre pero se nota que en algún momento dicen “hasta aquí llega el presupuesto”, un par de persecuciones y cinco o seis tiroteos), y santas pascuas. Es el aspecto que hace bajar más puntos al film, bastante más empeñado en ser un drama de personajes de lo que debería y que es bastante rácano en este sentido.
Así que poco hay que añadir, salvo destacar puntos aislados como la espléndida escena inicial del secuestro –que se ve en el trailer— y cierta voluntad de hacer las cosas medianamente bien, pero sin pasarse, acompañada de la habitualmente correctísima factura de todo el equipo técnico francés. Digo esto porque cuando en septiembre caiga el comentario de esa abominación hipócrita pretendidamente guai que es Wanted, reconfortará volver a alquilarse esta pequeña película que nunca intenta ser la última palabra en el género y que, en parte gracias a su duración: 93 minutos, se contenta con no probar nuestros límites.
