TAQUILLA ESPAÑOLA

Nada raro en la taquilla del último fin de semana en nuestro paí­s. Wanted, que salí­a con más de 400 copias y una campaña en medios muy potente, ha conseguido sin dificultad alguna el número 1. Tiene a Angelian Jolie con pistolas, a James McAvoy que es el nuevo niño mimado del cine inglés, y a Morgan Freeman, como siempre, bordando su papel de Morgan Freeman (mayor, venerable y socarron), todo aderezado por el estilo de Timur Bekmambetov que es como el estilo de Matrix pero hipertrofiado, lo que gusta a muchos y espanta a otros tantos. Es lo que tienen los excesos, o te van, o no te van. Aunque esta claro que el poderí­o y la flipación visual de este director ruso es de tal calibre que es imposible no quedar, al menos, embobado por sus imágenes.

Destacar que El Rey de la Montaña se ha comido los mocos gracias a sus escasas 80 copias y a su nula promoción. Una pena, porque ver pelis con mucho más potencial distribuidas como la última zurraspa de Hollywood da asco. Así­, por mucho talento que tengan los nuevos directores, sólo conseguiremos acabar pensando que Hollywood fue más listo que nosotros dándoles los medios y el valor necesarios cuando hagan allí­ sus nuevas pelis, y mientras aquí­ seguirá la imagen estereotipada, sí­, pero trabajada también, que siempre hemos tenido de nuestro cine. Es algo que contrasta viendo mantenerse con bastante entereza la última peli de José Luis Cuerda o Antonio del Real respecto a la semana pasada, aunque sus recaudaciones tamposo sean para dar palmas con las orejas. Pelis que seguro que también lo merecen, pero que consiguen eso en base a una notoriedad que se les niega a nuevos talentos que podrí­an revitalizar más nuestro cine y sin embargo acaban en la sala chica del multicines de extrarradio o el el cine viejuno y sin público del centro. Luego diremos lo mal que va todo y lo malo del monopolio (real por otra parte) del cine americano, pero si no nos esforzamos más en sacar una peli en condiciones, en vez de estrenarla con un año de retraso, sin aprovechar la mediaticidad de Sitges y por la puerta de atrás, tampoco hay que extrañarse. La culpa no sólo es de los de fuera.