En los últimos años el realizador José Luis Cuerda ha intentado llevar a la pantalla El Hereje, la adaptación cinematográfica de la novela de Miguel Delibes, y cuyo protagonista podría ser Eduard Fernández. Se trata de un proyecto arriesgado y de alto coste, y que ningún productor está dispuesto a financiar. Hasta que alguien de luz verde a este ambicioso proyecto, el realizador ha tenido que tirar de otra serie de películas, como la más que fallida La Educación de las Hadas que se estrenó hace dos años y que estuvo protagonizada por Ricardo Darín, o la que se ha estrenado recientemente, Los Girasoles Ciegos.

Los Girasoles Ciegos intenta continuar el éxito de La Lengua de las Mariposas, una cinta que en el momento de su estreno gustó casi por igual a crítica y a público, y que fuera de nuestras fronteras llegó a tener aceptación, incluso Woody Allen habló maravillas de esta película. Rafael Azcona, fallecido el pasado mes de marzo, guionista de La Lengua de las Mariposas, y el propio Cuerda, adaptaron algunas de las historias que componían la exitosa novela de Alberto Méndez, que murió a los pocos meses de la publicación del libro.
Si la acción de La Lengua de las Mariposas terminaba con el inicio de la Guerra Civil, la de Los Girasoles Ciegos se sitúa en el año 1940, meses después de que finalizara la contienda nacional. Los protagonistas son Lorenzo (Raúl Arévalo) un joven diácono y Elena (Maribel Verdú), una joven viuda que tiene a su cargo a su hijo de siete años (Roger Princep). Ambos cargan con una pesada losa, él participó en la guerra, en el bando nacional, y marcado por lo que vio en ella, arrastra una crisis vocacional y duda de su valía como sacerdote, y ella ha hecho creer a todos que es viuda, pero en realidad tiene a su marido, un profesor republicano (Javier Cámara), escondido en su casa, y vive con una doble incertidumbre, ya que además ocultar al marido, ha visto cómo su hija embarazada se ha escapado con su novio, un poeta comunista. El diácono es enviado a dar clases a un colegio ahí será donde conoce a Elena, se obsesionará con ella, poniendo en peligro todo el mundo de la mujer.




Azcona y Cuerda no decidieron tomar los cuatro relatos que componen Los Girasoles Ciegos, sino adaptar el que para ellos era el más cinematográfico, el protagonizado por el diácono que intenta esconder su lascivia, y dejar en un segundo plano otro de los cuentos, el protagonizado por un poeta comunista que huye de la guerra junto a su novia embarazada. La cinta tiene un buen guión, que posee buenos diálogos y buenos momentos, pero el problema es que estos buenos momentos se quedan en el papel, aunque la culpa no es ni de Azcona ni de Cuerda, este último en la calidad de director y guionista.
La culpa es de un fallo de casting garrafal, que reside en el actor encargado de dar vida al diácono protagonista, Raúl Arévalo. Una verdadera decepción la que me he llevado con este intérprete. Personalmente creo que es de los mejores actores que han salido en los últimos dos o tres años, de hecho me gustaron mucho sus trabajos en Azuloscurocasinegro, El Camino de los Ingleses y Siete Mesas de Billar Francés, por la que fue candidato al Goya al mejor actor de reparto. Pero su trabajo en Los Girasoles Ciegos es un quiero y no puedo, en donde no consigue funcionar, tan solo lo hace cuando no se enfrenta a ninguna situación dramática, ni cuando tiene que compartir plano con Maribel Verdú, José Ángel Egido, Roger Príncep o Fernando Ransanz, que literalmente se lo comen, por lo que finalmente se salva en una o dos escenas. Una lástima. Arévalo en la piel del diácono está tan perdido como servidora intentando buscar desesperadamente la salida en un concierto de Melendi, una de mis pesadillas más recurrentes.




Maribel Verdú está de nuevo espléndida, demostrando una vez más que cuando acierta en sus proyectos es de las mejores actrices que hay en este país. Lo clava interpretando a esta mujer que hace de la mentira su mejor arma para proteger a los suyos, y por cierto, tremendamente parecida a Charo López, de hecho si se llega a hacer esta película hace 25 años la salmantina sería la protagonista. Javier Cámara intenta hacer una interpretación desde la contención, queriendo convertir a su personaje en un muerto en vida, algo lógico ya que lleva varios años encerrado en su casa, pero el resultado no hay quién se lo crea, y por momentos hacía reír al personal con sus pretendidas escenas dramáticas. Roger Princep es pura frescura y consigue no caer repelente, algo bastante difícil en los niños actores, espero que no vaya perdiendo la naturalidad con los años. Y finalmente José Ángel Egido, que es un gustazo verle siempre, da igual lo que haga que este hombre siempre lo borda, en sus pocas escenas está inmenso.
Destacable es también el trabajo de ambientación así como la música compuesta por Lucio Godoy.
Los Girasoles Ciegos podría haber sido una película notable lamentablemente no se ha conseguido ese resultado.
– LO MEJOR: El guión de Azcona y Cuerda y el buen hacer de Maribel Verdú y José Ángel Egido, este último merecedor del Goya al mejor actor de reparto.
– LO PEOR: La interpretación de Raúl Arévalo. Y he querido dejarme lo peor de lo peor para el final, y es la aparición de Martín Rivas que interpreta al poeta huido. Vale que este chico ponga cachondas a las adolescentes al enseñar cacho en El Internado o en las portadas del Nuevo VALE, pero tiene el talento interpretativo de una almeja, como a alguien de la productora se le ocurra la genial idea de proponerle como actor revelación en los próximos Goya, la liaré parda, lo aviso.
