¿Para qué dejar pasar tiempo? ¿Eh?. Más o menos dos horas después de los eventos narrados en Casino Royale, Quantum of Solace arranca y James Bond ya está de nuevo liado a hostias. Buena o mala señal, dependiendo de cómo se mire. En mi caso, y ciento cuatro minutos después, esta esperada secuela termina y con ella, buena parte de las esperanzas depositadas en esta nueva revisión de la franquicia de James Bond, que aquí se deja de milongas y abandona el desarrollo de los personajes para centrarse única y exclusivamente en las escenas de acción. Lo que yo no veo absolutamente condenable, dado que al servicio de Marc Forster se encuentra básicamente el mejor equipo de especialistas que trabaja en la actualidad. En resumidas cuentas: Casino es un film de espías, Quantum se trata de un producto de hostias y explosiones presupuestado en 200 millones de dólares. Actuad en consecuencia.
Quantum of Solace pierde buena parte del impacto de Casino Royale. Ya no estamos aquí para revitalizar franquicias sino para hacer olvidar al público las cosas malas que suceden de puertas afuera. Teóricamente, todo debería ir mucho más “sobre ruedas” que en la entrega anterior. Daniel Craig maneja su personaje con total seguridad, sabiendo que esta vez no tiene que preocuparse de desarrollar las características básicas de la persona en la que va a convertirse. O sea, Craig ya no es un tío que se está transformando en James Bond: YA ES James Bond. Y con ello viene lo que viene: toques de frivolidad, cochazos, pibones a juego –a las que no se camela con los ojitos, directamente se las folla–, malvados ligeramente excéntricos como el media mierda al que da vida Mathieu Amalric, combinados con el general golpista de-dónde-sea que tanto y tanto juego da últimamente, todo ello en escenarios de esos que se ven en postales, cuando vas a comprar tabaco.
Es decir, fórmula. Pero la fórmula no es mala, al fin y al cabo, todos los ingredientes que hacen de un film de Bond lo que es, se encuentran en Quantum of Solace ((Como nota personal: ésta una saga de la que me encanta hablar porque se ha prolongado durante más de 30 años: el resultado de las comparaciones entre los films es inabarcable, pero si bien se pueden ver muchas diferencias entre un film de Connery y otro de Brosnan, por ejemplo, la verdad es que existen constantes que se mantienen, y las encontraremos aquí)). La fórmula no es mala, pero la manera en la que Marc Forster maneja el material es otro cantar. Lo que se lía, el pavo.
Básicamente, este tipo no es un director de acción. No estoy hablando de las secuencias de explosiones, de persecuciones o de tiroteos. Me refiero a lo que sucede entre ellas. Me refiero a la tensión constante que creo que hay que mantener aunque no esté sucediendo nada en pantalla. Forster es un creativo todoterreno y visualmente es mucho más elegante que su antecesor, Martin Campbell. En Quantum of Solace encontramos momentos nunca vistos anteriormente en un film de Bond (la banda sonora cobra vida propia en determinados momentos, como el tiroteo en la Ópera) y el diseño de producción (sobre todo en el escenario del clímax del film) brilla especialmente. Pero Forster nunca termina de encajar las piezas, y eso es algo que Campbell sabía hacer y muy, muy, muy bien porque no sería un creativo, pero desde luego era un artesano y un profesional como la copa de un pino.
Quantum of Solace puede resumirse así: hablamos, explosión, hablamos, explosión, hablamos, explosión. No hay incertidumbre sobre el desarrollo de las relaciones entre los personajes, ni hay mucha más profundidad en el personaje de Bond salvo en un par de escenas que comparte con un viejo conocido de Casino…, el intérprete Giancarlo Giannini (con su solidez habitual). La relación amor-odio con M permanece imperturbable y en lo que la parte que le toca a las chicas, todas han dejado de tener esa cualidad misteriosa que convirtió a Eva Green en una de las mejores chicas Bond del cine reciente. Olga Kurylenko es absolutamente espectacular, y gracias a la solidez de esta franquicia recibe buenas líneas de diálogo, y cierta dimensión. Pero todo lo hemos visto el año pasado. En vez de profundizar, nos mantenemos con el mismo rollo.
Pero si la trama es más enrevesada de lo que debería ser (y mucho más a la gornú: Bond se limita a dejar chorros de cadáveres, causar enorme devastación material, conseguir medios de transporte de forma más bien difusa, y recopilar pruebas que pasa a Inteligencia, para que ellos le lleven a la siguiente fase del juego)Â las escenas de acción son de lo mejorcito. Vale que Forster no tiene ni idea de situar geográficamente una persecución, pero el film cuenta con extraordinarios especialistas, y los efectos digitales prácticamente brillan por su ausencia. Son secuencias dinámicas, un poco repetitivas –bastante saltito, bastante pelea–, vale, pero sumamente espectaculares. A pesar de ser el film de Bond más corto, es el que más escenas de este tipo contiene, y van a dejar satisfecho a la mayor parte de la audiencia que busca entretenimiento a saco.
A la parte minoritaria que desea ver algo más de introspección… bien, qué puñetas de introspección vamos a ver en una del 007, ¿verdad?. Pero sí que se agradecería la misma variedad de situaciones que en Casino Royale –me refiero, por ejemplo, a las magníficas secuencias del póker o el rescate del avión–. Quantum mantiene, en líneas generales, la aproximación “realista” de su predecesora –en particular en la fotografía– aunque nunca termina de escaparse a la sensación de que, con tantas tramas como cierra, en realidad estamos asistiendo a la parte de Casino Royale que quedó por rodar. Y si a eso le sumamos las inmensas cantidades de “esto ya lo he visto”, pues en general me parece que estamos ante una secuela bastante decente y tremendamente profesional en lo que acción se refiere, pero que se queda un poco corta en sopresas, intriga y gente interesante. Y por gente interesante, me refiero a personajes como el agente de la CIA Felix Leiter, al que da vida un excepcional Jeffrey Wright, y que acojona en la primera escena, y ni siquiera dice ni mu. Leiter nos recuerda que gente como él o Bond, de vez en cuando y sin agitar, batir, o matar al perro a hostias, compensan mucho más que 300 kilos de TNT. Eso último, a este film le sobra.
¡¡¡FERNANDO GUILLÉN-CUERVO!!!. FUCK. ME!!!
