Una película dirigida por Kevin Macdonald (El íšltimo Rey de Escocia), escrita por Tony Gilroy (la saga de Bourne, Duplicity), con Russell Crowe a la cabeza y con un reparto completado por Ben Affleck, Rachel McAdams, Helen Mirren, Robin Wright Penn y Jason Bateman sólo puede augurar cosas buenas. Añade a eso que estamos ante un thriller político de esos que, bien ensamblados, resultan geniales, tensos y te aguantan en la butaca de principio a fin, y tus 7 euros estarán más que bien invertidos.
La película es además uno de esos homenajes al oficio del periodismo, no sin una buena dosis de crítica, pero que reclama el poder y la independencia de los buenos periodistas como, quizás, el mejor medio para sacar la verdad a la luz. Y es que en la película se contrapone el periodismo, con todas sus pegas (necesidad de vender periódicos, de tener primicias, de tener fuentes y pruebas a cualquier precio), frente a paripés, intereses o cortinas de humo que se dan en el mundo político, y concretamente en las comisiones de investigación (y aquí de eso tenemos un largo y variado surtido en los últimos años).
Russell Crowe da vida a un periodista que pronto ve relación entre dos muertes sin aparente relación. La de un yonqui ratero tiroteado en un callejón y la de la ayudante de un joven congresista y viejo amigo suyo. El congresista dirige una comisión de investigación sobre las actividades de una empresa de servicios armamentísticos y militares que presta servicio al gobierno, y pronto todo apunta a que algo sucio sucede en torno a esa empresa. A partir de ahí se desarrollan dos tramas siempre en torno a Crowe. Primero la de la investigación y su pericia como perro viejo del Washington Globe, y en segundo lugar la de su relación personal con el congresista y su mujer, de la que deberá mantenerse suficientemente distante para desarrollar de forma eficaz su trabajo, pero sabiendo que ellos son la primera y mejor fuente en buena parte de la trama.
La película quizás no tenga ese toque de genialidad que la haga permanecer en nuestro corazoncito cinéfilo, pero desde luego es una de las mejores pelis que podemos ver ahora mismo en un cine, es un excelente thriller, mantiene la intriga y el suspense de principio a fin y todos los cabos están bien atados y resultan claros y lógicos una vez terminada.
Russell Crowe en modo mendigo es genial, y consigue perfectamente esa imagen de “si me ves doy asquete, pero soy el puto amo y caigo bien”. Es lo genial de un prota que zampa Cheetos en el coche y luego resulve conspiraciones a nivel nacional. Se le perdona que sea un Lebowski tirado. Los demás personajes están todos muy bien y destacaría el breve pero genial momento de Jason Bateman haciendo de un relaciones públicas, pijales, snob y totalmente abofeteable, que sin embargo no cae en el ridículo, algo que con otro actor podría haberse dado y que hubiese fastidiado bastante el tono de la película en uno de los momentos clave.
Quizás lo que menos me convenza es que hayan tenido que resolver la película con el clásico giro final, a mí entender, coherente con lo que se cuenta, pero innecesario, y que termina desviando el mensaje político que se venía construyendo durante toda la película y que me había parecido más que valiente. Al final se queda totalmente desdibujado por la resolución y suena incluso más a “no vayamos a tocar mucho los cojones” más que a una necesidad de la peli de meter ese giro para cerrar la historia, porque sin él cierra, y cierra bien.
En cualquier caso, una alegría para cualquiera por ser una buena película y por recuperar un género que pocas veces se recuerda pero que casi siempre funciona bien. Un género que facilita tanto el lucimiento de guionistas y actores, como el entretenimiento del público.
