Pagafantas tiene sentido, cuerpo, más o menos lógica dramática, personajes majetes y para ser comedia, me ha hecho reír. Dentro del género cómico mainstream español, es como una especie de milagro. El problema es que para ser una comedia, a veces es deprimente. No negra, ni satírica, ni nada con doble intención: deprimente. A secas. Eso sí, los actores bien (aunque Oscar Ladoire se come la película sin pasar de tercera marcha) y la duración cortita se agradece que no veas. Ahora, ya os digo, da la sensación de que Borja Cobeaga odia al personaje protagonista y si el director no parece mostrar simpatía por el que en teoría es el pilar central de su historia, servidor no le va a invitar a unas cañas, precisamente.
Pagafantas es la definición que se aplica especialmente a los individuos del género masculino capaces de hacer cualquier maldita cosa por la chica de la que están enamorados sin recibir absolutamente nada a cambio más allá del terreno de la amistad. Asociado al término van las expresiones “ataque de la cobra”, “abrazo del koala” y “hacer el lemur”, que en la película se nos explican a través de unos vídeos la hostia de freaks y que a mi me hicieron gracia. La trama central de la película está protagonizada por Chema (Gorka Otxoa), joven sin oficio ni beneficio, enemigo mortal de Enrique Bunbury (fuente de muchas risas en el film), e irremisiblemente enamorado de Claudia, una muchacha argentina que le considera simplemente su peluche particular tamaño real. También está por ahí el jefe/medio familiar de Chema en la tienda de fotografía donde trabaja, el Tío Jaime (Oscar Ladoire, que es Dios) que a su vez está enamorado de la madre de Chema, Kiti Manver. Y el antiguo novio de Claudia, Sebastián (Michel Brown). Se desatan las catástrofes.
No es un film particularmente revelador sobre las relaciones humanas. Básicamente, la cosa es “al bueno de Chema le joden”, seguido de otra escena “a Chema le joden” y enlazado con otra escena en la que “a Chema le joden más”. Repetir. De alguna forma funciona porque Cobeaga jamás deja que la trama decaiga y esconde un par de golpes bastante imaginativos. Tengo mis problemas con el último tercio del film. No voy a referirme específicamente al final, no os preocupéis, pero conforme avanza la cosa da la sensación de que el director se está quedando sin salidas sobre cómo terminar el embrollo. Es más o menos “coherente” (algo que Cobeaga defendió en rueda de prensa, y es algo muy, muy discutible) pero sobre todo, parece abrupto del copón.
La película tira, pero nunca estalla. Se queda como en una especie de terreno de nadie. No va de realista porque ninguno de los personajes es realmente creíble, te identificas con Chema hasta cierto punto porque hace cosas que todos hemos hecho alguna vez (o varias), pero llega un punto que parece un muñeco de recibir hostias. La reacción natural de los que simpatizan es desconectar porque la verdad es que es bastante humillante. El problema es que la que peor sale de todo el asunto es la chica, que se gana en algún momento el calificativo de “sencillamente detestable”. No es culpa de Sabrina Graciarena, que aparece como un solete. Es, más que nada, que la chica no tiene muchas cosas con las que trabajar (¿su personaje es una fiestera? ¿es una descerebrada? ¿quién sabe?). Por el otro lado, salvo los vídeos anteriormente mencionados, el film nunca llega a ser un viva la virgen de hostias y humor físico –y es una lástima, porque en este sentido mete una persecución bastante maja que parece indicar que la película va a tirar por ese camino, pero no–.
Ladoire sí que funciona. Y cómo. Humor británico puro y duro, nunca hace ni un gesto de más. No te tires un as si con una sota te vale. Verle cantar el trikitrikitriki es un festival, sus miradas de amante frustrado que dirige esporádicamente a Kiti Manver no tienen precio, al igual que sus enconadas defensas de la fotografía tradicional por encima de las memorias digitales. Su papel no deja de ser circunstancial (como el personaje de Maria Asquerino en plan vieja chiflada, testimonial como poco), pero por otro lado el rollete con la madre de Chema refresca lo que es un continuo avasallamiento del prota del film. Es una relación más sutil y menos descarada que la principal y demuestra que el Pagafantismo no conoce edad. Creo que es un acierto que en esta peli las experiencias de los personajes más jovenes sean similares a la de los otros personajes de más edad. Demuestra bastante inteligencia. Está flanqueado además por la gente de Muchachada (sobre todo por Ernesto Sevilla, quien en un sólo cameo deja claro que está pidiendo a gritos un papel de protagonista cómico como está mandado) que saben pronunciar diálogos con gracejo sin parecer que están leyendo el guión boca abajo.
Con todo, y por terminar el comentario con otra nota positiva: se agradece por fin una peli que retrate a la juventud española como un puñado de chavales medio a la deriva pero bastante honrados, decentes y buena gente, en lugar de ponernos a los gilipollas empastillados de Mentiras y Gordas o los JASP “como me mola follarme a tu piba, colega” de piso de 200 metros cuadrados decorados por Candice Olson de Al Otro Lado de la Cama. Es el fondo de Pagafantas, es un FONDO en una comedia española que por lo menos consigue ser más que una sucesión de gags, y es un fondo donde se esconden sus detalles más interesantes. A pesar de la saña que parece mostrar Cobeaga, Otxoa consigue el prota te caiga bien, viviendo en un mundo donde los colegas se piden permiso para entrar a la chica sin que sepan necesariamente que al otro colega le mola en secreto. Es una comedia que hará gracia a algunos (a mí, a ratos, bien a gusto), a otros no, pero tiene cosas que van más allá de la comedia, y salvo algún par de momentos bastante incómodos en lo que a puesta en escena se refiere –el piso del protagonista es claustrofóbico, las calles de Bilbao están vacías durante media película–, es ligera y con buenas intenciones. Algo más de cariño al prota la próxima vez, porque los pagafantas seremos de lo más patético que uno se pueda imaginar, pero en el fondo también necesitamos nuestros héroes.

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