¿Pagaríais más por ver la peli que os gusta?
La cuestión tiene tela, y más con media botella de vino encima. Pero el caso es el siguiente. ¿Por qué nos gastamos 35 euros en ir a ver el Gran Circo Mundial con Rita Irasema, y los afortunados / desafortunados que elijan ver la última función del Circo del Sol se deben desembolsar la nada despreciable cantidad de 80 pavos? Porque el Circo del Sol es un espectáculo con más medios, ergo, necesitan de un mayor precio para salvar los costes. Bien. Si Piratas del Caribe 3 ha costado 300 millones de dólares, ¿por qué su entrada vale lo mismo que Epic Movie (20 millones de dólares de presupuesto)?.
¿No debería costar más ir a ver Transformers 2 que 4 Meses, 3 Semanas y 2 Días? El presupuesto del film de Michael Bay es 100 veces superior. Transformers 2 es un evento. Va a dar dinero. Tengo la certeza de que si su entrada costara 25 céntimos de euro más, la diferencia en la asistencia de público sería imperceptible, y los beneficios cuantiosos. En estos tiempos de crisis, donde la gente prescinde de costosas vacaciones, considero que el margen en el que están dispuestos a pagar una entrada puede estirarse un poco más, habida cuenta de que ya no se van a gastar 3.000 pavos en la ruta de los icebergs.
Pero un caso aún mejor. Las películas con menos oportunidades de distribución, las más minoritarias, ¿no deberían ser más baratas?. No, en principio: apenas rinden beneficios tal y como están las cosas. Bajar el precio de la entrada, posiblemente, no incentivaría a un mayor número de personas a ver el film. De tener lugar semejante bajada, tendría que ser radicalmente más drástica. Porque son minoritarias, porque son vistas por un público selecto, que acudiría igualmente. La bajada de precio debería ser tal que terminara atrayendo a los que no tienen por costumbre ver Kiarostami. O ver algo en absoluto: el fenómeno de una película ultracomercial es precisamente el que su nombre indica: apela al gran público, incluido aquél que no tiene por costumbre acudir regularmente a una sala de cine.
El caso es que esto es mi opinión, claro. Debe de existir una razón más concreta por la cual todas las entradas de cine valen prácticamente lo mismo. Un motivo firmado por una autoridad, consagrado en papel, estudiado por sabios. Pues hay que joderse, hay tres: primero, por el factor tiempo. Segundo, por la Ley. Tercero, por El Padrino. Enseguida lo vemos.
¿PRECIOS VARIABLES?
“El gran problema es que las películas son un medio grabado, y no se enfrentan a un grave condicionante: la presión del tiempo”. Explica el blogger RJMason. Pongamos por ejemplo un concierto en el que existe una discriminación de precios: las filas de delante, las más caras. El gallinero, tirado de precio. Es un acontecimiento “único e irrepetible” por el que los vendedores de entradas son capaces de reducirlas a la mitad de su precio si ven que el foro no está completo.
En el cine, no obstante, la práctica de los precios reducidos sólo afecta a determinados sectores de la población o momentos concretos (niños, mayores de 65, día del espectador). Ni se cambian los precios según las películas ni, por descontado, se alteran los precios según las filas en las que nos vamos a sentar. Por norma, salvo alguna excepción de la que no tengo constancia.
“Si sólo tienes cuatro euros para gastarte, la industria del cine tiene muy poco interés en venderte una entrada de cuatro euros. Ya te pillará cuando alquiles el DVD o la veas en el canal de pago”, añade Mason.
El profesor de Economía de la Universidad George Mason, Tyler Cowen, nos ofrece una curiosa serie de observaciones en un post relacionado en su blog Marginal Revolution. Entre ellas, una concuerda con la teoría ofrecida por RJ Mason: “Quizás todo este rollo de la venta de entradas en cine es una estratagema para potenciar la venta de palomitas en el cine, y la venta posterior del film en DVD”. No obstante y ajeno a la postura de Mason, también habla del fenómeno de las colas de los cines, siguiendo la teoría de la oferta y la demanda: “si las entradas son más baratas, la gente querrá verla. La generación de colas de gente es un incentivo de cara a la publicidad, como símbolo de película exitosa”, por lo que cada vez más gente querrá verla y formar parte de ese fenómeno.
SÓLO UN PRECIO
En realidad, el debate procede de antaño. Siempre reconociendo una cosa: las películas son “bienes diferenciados”. La Roca no es Todo Sobre Mi Madre: ni por presupuesto, ni por objetivos, ni por expectativas. Pero los bienes diferenciados pueden estar sujetos a precio único. Y así fue legislado hace más de medio siglo en Estados Unidos, donde “los diferentes sabores de un batido de la misma marca valen EXACTAMENTE LO MISMO”. Aquí también.
“Es realmente complicado estimar las implicaciones de un precio uniforme en las entradas de cine. Lo cierto es que los exhibidores podrían incrementar sus beneficios a través de subidas variables de precio, siempre de acuerdo con la elasticidad de la demanda de la gente, de lo que sean capaces de pagar en un determinado momento”, explica el profesor de la Universidad de Arizona, Barak Y. Orbach, en un estudio en el que nos indica que el sistema sobrevive si bien, desde la aparición de las películas mudas, el precio de la entrada de cine se ha duplicado, a pesar de que la asistencia de público se ha reducido de la media de las casi 48 entradas por persona registradas en 1931 (la irrupción del cine sonoro) a las 0,9 actuales –el estudio tiene fecha de 2002, pero ajusta los precios a la inflación, lo que le confiere gran validez, en mi opinión–.
Orbach entiende que tal discrepancia funciona a través de una constante: los exhibidores son unos perracos. “La historia de la taquilla revela que, a pesar de la extensa legislación al respecto, los distribuidores han influenciado casi siempre los precios de las entreadas a través de prácticas ilegales y circumviniendo la normativa existente”, asegura el profesor.
Siguen jodiendo a pesar de la normativa. A pesar del Decretazo. Tendría lugar en 1948, y el afectado no es ni mucho menos moco de pavo.
CASO 334 US 131: LOS ESTADOS UNIDOS CONTRA PARAMOUNT PICTURES
En 1948, la situación era un chocheo: los estudios tenían cines. En esos cines proyectaban sus películas, y ya está. Para el departamento de Justicia de Estados Unidos, tal práctica era inadmisible porque constituía un monopolio de facto basado en una táctica llamada “block booking“: ¿qué pasaba con los exhibidores independientes? Que cada vez que le compraban una película a la Paramount se encontraban con que no sólo recibían la película que compraban. No. Recibían una especie de pack “Te Jodes” en el que se encontraban la película y otras cuatro o cinco más, generalmente esperpentos, que estaban obligados a proyectar.
La decisión adoptada en 1948 por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos (7 votos a favor por 1 en contra) concedió la victoria a los demandantes frente a los demandados. No sólo la Paramount, sino que, por extensión, también resultaron afectadas la Twentieth Century Fox, Columbia Pictures, Universal y Warner Bros. por mencionar las que siguen existiendo hoy día. Esta decisión, junto a la llegada de la televisión, provocó un descenso en la venta de entradas generalizado en el mundo del cine, donde los exhibidores manejaban el precio a su antojo (véanse el desquiciamiento de precios del gráfico) hasta 1972, momento en el que aparece el primer blockbuster moderno: El Padrino. ¿Y quién produjo El Padrino? ¿Ein?. La Paramount, que gracias al éxito que tuvo el film, pudo haber conseguido estabilizar los precios al alza, porque, seamos sinceros, su película era LA PO**A y la iba a ver TODO EL PU*O MUNDO Y SU PRIMO ANTONIO. Tras 20 años sin un evento así. Había que verlo. Costara lo que costara.
“No existe absolutamente ninguna evidencia que niegue que la Paramount tuviera algo que ver en la venta de entradas para ese film. Es decir, existe una gran certeza de que la productora actuó como gestora del precio de los tickets, quizás emplazando un modelo de precio único más elevado que el había por entonces, en contra de la normativa dictada. El Padrino dictó una nueva norma para las “películas evento”: las variaciones en los precios desaparecieron tras el éxito de este film”.
TOTAL, QUE PAQUÉ
Jarl. Pues esto es lo que hay. Largo y angosto es el camino que de las tinieblas lleva a la luz, aunque, como dice Orbach “lo cierto es que no hay muchas razones que expliquen la fluctuación del precio de las entradas entre 1948-1972” en parte por la falta de información al respecto. Lo que sí está claro es que abre cierto debate que ahora entra mucho más por los ojos con la llegada del 3D, donde cada entrada cuesta 10 pavos (y servidor tiene ya dos gafas de plástico, que a buen seguro aportan su granito de arena a encarecer el precio). Estaría bien preguntar si teniendo un par, es necesario pillar el que te dan a la entrada. Sería un capítulo adicional más, lo que me vendría de perlas para rematar a los pocos supervivientes que queden de este post. Pero el verano es caluroso y la milla verde es, a veces, tan, tan laaarga. Ags.
Pero él debe morir, eso está claro.
Más…
– RJ Mason – “On Movie Tickets” | Aquí
– Tyler Cowen – “Why are all movies the same price?” | Aquí
– Barak Y. Orbach – Antitrust and Pricing in the Motion Picture Industry | Aquí (.pdf)
– United States v. Paramount Pictures, Inc. | Aquí
(Este post no hubiera sido posible –ni de coña, vamos– sin la colaboración de SR).