¿Era mucho pedir un peli de acción que fuera a) absolutamente idiota y encantada de conocerse, b) no te dejara sordo, c) rodada con cierto conocimiento de esto de hacer películas y d) con Karolina Kurkova haciendo de soldado con la cremallera del traje bajada hasta la altura de los codos? ¡Déjemoslo en manos de Stephen Sommers (o quien diablos sea quien ha hecho esta película)! ¡Aviones a tuti!, ¡nombres en código!, ¡lásers!, ¡máquinas microscópicas que devoran metal!, ¡doctores malignos!, ¡amores imposibles!, ¡supersoldados!, ¡batallas submarinas!, ¡y un Wayans!.
Lo mejor del film es lo bien que ha pillado el género en el que enmarcarse. No es una película bélica ni mucho menos. Vale que los protagonistas son militares, pero ante todo es un film de aventuras, ciencia ficción y superhéroes con una trama más simple que el mecanismo de un botijo: una organización de supervillanos se hace con el control de unos misiles que lanzan mierdas robóticas muy pequeñitas que se lo comen todo, y el equipo especial G.I. Joe, la crema de la crema de las fuerzas internacionales (un cambio ostensible y muy agradecido respecto al rollo A Real American Hero de los muñecos) debe detenerles. Cada uno de los bandos tiene tecnología para aburrir: naves submarinas, aviones espaciales, bases de peli de James Bond, trajes aceleradores que confieren al usuario fuerza y velocidad sobrehumanas, y un largo etcétera…
El protagonista del film es un chulo guaperillas llamado Duke que resulta que tenía una relación amorosa con la gran villana femenina del film, la Baronesa (una espléndida Sienna Miller, que simplemente se come la película)Â la cual se encuentra a las órdenes de un traficante de armas (Christopher Eccleston, cuya historia abre el film con un prólogo en la Francia del siglo XVII con dos cojones), y sobre todo, de un doctor deforme y chiflado (la gran incógnita del film, el héroe de los independientes Joseph Gordon Levitt, que se lo pasa absolutamente teta con monóculo, mascarilla y pelucón). Pero en torno a estos hay dos o tres personajes más dignos de mención, como el ya comentado Wayans (colega del prota) y el equipo titular de los G.I. Joe encabezado por el general Hawk (Dennis Quaid, en plan John Wayne), Heavy Duty (Adewale Akinnuoye-Agbaje) , Breaker (Said Tagmahoui), Scarlett (Rachel Nichols) y sobre todo el increíble ninja badass Ojos de Serpiente (Ray Park), enfrentado a su “hermano” de adiestramiento, otro ninja igual de máquina de destruir conocido como Storm Shadow.
No es que todos tengan su momentito de gloria. Les pasa algo aún mejor y que no se ve muy a menudo: nadie “desaparece” en ningún momento del film. A pesar de la gran cantidad de personajes, siempre tienes la sensación de que están ahí. De esta forma, cuando la película entra en faena, todos ellos tienen algo que hacer, de acuerdo con su especialidad y sin forzar la acción en ningún minuto para meterles con calzador. A mí me parece maná del cielo. En un momento en el que las películas mandan a sus personajes secundarios a comprar el periódico para aparecer media hora más tarde, se agradece mucho que alguien tenga la decencia de presentarnos un reparto en condiciones, lo que da cierta coherencia al material, por muy infantil que sea la historia que estén contando. Otro punto a favor es lo bien que está estructurada, con cuatro grandes escenas de acción: la inicial, para agarrar; el asalto a una base, una persecución en París –de lo más espectacular, si bien es la que menos aporta– y el clímax. La gran mayoría de ellas sirven para que la trama avance, hay algo en juego, hay un objetivo y están descritas con toda la claridad que permite un cine de entretenimiento actual en el que hay que meter ordenador en cada jodido plano.
Tono infantil, pero bien entendido. G.I. Joe es una película basada en unos muñecos, punto pelota. Y si hay que presentar una base submarina pues ahí la llevas, y si hay que meter unos megatrajes para saltar edificios a la pata coja también. Me lo comí todo porque, al contrario de lo que parecían mostrar los avances, no hay un sólo momento en el que la peli se tome en serio, pero tampoco ninguno en el que parezca un chocheo. Es como si se acercara a tí con un cartelito que pone “tranquilo, divierto y soy absolutamente inofensiva”. Bajo ese prisma, y teniendo en cuenta que es clara, simplona, rodada con lo justo, con buen ritmo (en especial su primera hora, donde la peli saca sus cartas, se recogija con el mundillo en el que transcurre –mirad la presentación de la base de los Joe–) e intentando que los efectos especiales no te abrumen demasiado (aunque La Amenaza Fantasma parezca Dogville en comparación) se perdonan todos los pecadillos, que son algunos pero no demasiados (Channing Tatum tiene mucho, muchísimo que aprender y debería aprender de Dennis Quaid o de Sienna Miller y relajarse un poco; y la película va tan a todo tren que en los momentos más tranquilos se ve cierto decaimiento). Y en menos de dos horas.
Leyendo las críticas de fuera… creo que existe cierto condicionamiento respecto al film. Sí, es una orgía de efectos especiales, pero funcionan en la historia de forma relativamente bien y son empleados con cierta imaginación. Sí, es una película que parece pura fórmula porque no ha recurrido a los cómics basados en los muñecos (lástima, porque en los tebeos había buenas historias para aburrir), pero desde luego no hay muchos momentos en los que se note que la película te quiere sacar las perras y mandarte a casa. Hay cierto sentido de responsabilidad y de hacer películas detrás de G.I.Joe. No pedimos demasiado: que divierta sin ofender y que recuerde que el camino más corto desde A hasta C suele ser B. Tan fácil de escribir, como jodido de olvidar.
PD: Todo este comentario ha evitado los rumores de despido de Stephen Sommers, quien por cierto promociona el film como si nada hubiera pasado. Así que por lo que a mí respecta, esta peli es suya (véase la aparición de Arnold Vosloo, villano de La Momia, y sendos cameos, uno no acreditado, de otros dos actores del mismo film). Gracias a Dios, no es Van Helsing.
