El cine está lleno de topicazos, más aún el cine de género, que casi siempre responde a una serie de convenciones y arquetipos que han demostrado ser efectivos y muchas veces imprescindibles. Uno de los géneros que más suele ajustarse a los esquemas clásicos es el de terror. Siempre tiene una puesta en escena característica para resaltar los momentos terroríficos, la tensión y el suspense, y además siempre tiene elementos “extraños” a los que el protagonista o protagonistas deben enfrentarse, ya sean de origen sobrenatural o no (lo mismo da un fantasma que un psicópata, los dos son extraños dentro de la “normalidad” de los protagonistas). Dentro del cine de terror incluso han ido definiéndose subgéneros como el slasher, el cine de terror con fantasmas, zombies… cada uno con sus estereotipos, sus personajes estándar y sus giros argumentales y finales típicos. Ahora bien, ¿en qué momento alguien pensó que tener un negro chistoso o un gangsta motherfucker era parte de este conjunto de elementos del género?, y no sólo en el de terror, aunque sea en el género en el que más chirría.
Digamos que quiero hacer una peli de terror. Para la escena clave pongo a mi protagonista atormentado, pongo un asesino desbocado dispuesto a amargarle la vida, un secundario, colega del prota, que muere a mitad de secuencia antes del duelo final, algún susto y lo remato todo con un tipo que no pinta nada en todo esto, un tipo que antes de que el prota acabe con el malo diga una frase como “mi abuela te hubiese pateado el trasero”, y que por supuesto, es negro y a veces hasta lleva un diente de oro. ¿Por qué? ¿Qué conseguimos con eso? Principalmente mandar a la mierda una película que pasa de ser de terror a ser de vergüenza ajena. ¿Alguien se imagina que en las pelis españolas de terror hubiese un gitano vendiendo melones y soltando tonterías a lo Juan de Diós Heredia mientras acuchillan a Elsa Pataky en tetas? Se tacharía a la peli de estúpida y quizás hasta de racista (salvo que estemos en plan coña y la peli no se tome en serio a si misma).
No me entendáis mal. Mi problema no es que haya blancos, negros, asiáticos o lo que quiera que se tercie en la peli. El problema es que el cine americano, para cumplir con lo políticamente correcto de incluir a las minorías raciales en sus películas han conseguido el efecto contrario en muchos casos, meterlas bajo estereotipos que lejos de ayudar dejan, concretamente a los negros, como unas personas ordinarias, muchas veces choricillos de poca monta o porreros un poco agilonados, que no se toman nada en serio y que sueltan chorradas cada vez que abren la boca, porque además, casi siempre lo interpreta el rapero, o en su defecto, la cantante r&b chabacana de turno. Alguno dirá que meter un personaje “gracioso” hace de contraste y ayuda a que el conjunto funcione mejor. Eso vale hasta cierto punto, el punto en el que la peli se te va de las manos y se convierte en un sketch de Dave Chappelle. Las películas de terror, como cualquier otra, requiere de momentos álgidos y otros más “suaves” que hagan que los primeros destaquen más y por tanto sean más efectivos. El humor es un buen aliado, pero no en medio de una escena clave (salvo que la peli, como decía antes, sea de coña) y menos a base de estereotipos ridículos que están totalmente fuera de contexto, y que encima, siempre sobreviven al final mandando el climax a la mierda con sus polladas. Pero lo mejor, para entendernos, es que ponga unos pocos ejemplos concretos:
– DEEP BLUE SEA: Empezamos con una de terror/acción, tampoco muy acojonante, pero más o menos entretenida donde un grupo de científicos, bajo las órdenes de un excéntrico magnate, investiga con tiburones modificados genéticamente en medio del mar. ¿De donde nos sacamos al negro barriobajero en semejantes condiciones? Sencillo, lo ponemos como cocinero de la plataforma de investigación marina. Y si nos queda sosón porque se pasa casi todo el tiempo sólo en su cocina (¿haciendo pollo frito?) le ponemos un loro al que soltar todas las memeces que el guionista haya escrito para él. Así conseguimos que sus escenas de acción se parezcan más a las persecuciones de payasos en el circo que a una auténtica escena acojonante. Pero lo mejor es ver cómo se resuelve el clímax con el personaje molesto e irritante erigiéndose como héroe de la película y dejando al resto de personajes a la altura del betún.
– RESIDENT EVIL: APOCALYPSE: Aquí el papel denigrante y extremadamente cargante recae en Mike Epps, que, como sobrevive, repite en la tercera entrega. Epps da vida a L.J. (Lucius Jamal, o algo así) y se limita a tocar los cojones con sus chistes sin gracia. Lleva sombrerete, pistolas bañadas en oro y dispara de lado, como todos los negros.
– TRANSFORMERS Y SECUELA: No es de terror, pero es que Michael Bay es un maestro de los estereotipos denigrantes, menos mal que no son pelis serias. En este caso no hay uno, sino dos, los interpretados por Bernie Mac y Anthony Anderson. El primero un vendedor de coches, que por supuesto, si puede timar al cliente, mejor que mejor, y entre medias discute con su abuela, la cual le hace un corte de mangas desde su sillita del jardín. Negro = ordinario, así nos lo meten. El segundo, en cambio, es un hacker de primer nivel. Hasta aquí todo bien. Pero claro, sus genes de delincuente en potencia salen a relucir cuando es detenido y llevado a un interrogatorio, en ese momento le sale la vena de listo ante la policía y se zampa una bandeja llena de donuts para luego acusar cobardemente a su compañera. Pero es que Michael Bay es un hombre de su tiempo, y si mete negros, tiene que meter hispanos, y ahí tenemos a Amauri Nolasco, que es el soldado paletil que habla de la comida casera de su abuela a base de caimán. ¿Cómo? Sí, caimán. ¿O es que nunca habéis ido a un mejicano y os habéis zampado unas manitas de cocodrilo o rabo de lagartaco? Qué poco mundo tenéis.
Para rematar la jugada, en Transformers 2 nos cuela a “los gemelos” que son la versión robótica de dos negros paletos. No saben leer, hablan en plan “callejero”, se están curtiendo el lomo media peli y uno hasta tiene un diente de oro.
– FANTASMAS DE MARTE: La película más vergonzosa de John Carpenter. No veo semejanza alguna entre el tipo que dirigió ese peliculón que es La Cosa, o macarradas divertidas como Rescate en L.A., con el de este pedazo de mierda. Si me dijesen que la dirige Steven E. de Souza me lo creería. A fin de cuentas la peli es una sucesión de peleas mal rodadas con música guitarrera tocapelotas. El caso es que en esta peli tenemos a un tipo como Ice Cube (tarde o temprano iba a salir) que hace de convicto (topicazo nº1), gracioso (topicazo nº2) y por supuesto más callejero y motherfuckero que nadie (topicazo nº3). Por supuesto sobrevive hasta el final y todo gracias a ser un descerebrado barriobajero donde primero está su orgullo de “soy de la calle” que la posibilidad de llevar una vida apacible y feliz. Al final, como no podía ser menos, siendo un negro cortado según el patrón chorra que nos ocupa, tima a la prota para escaparse y salirse con la suya. Lo de los fantasmas del título imagino que iba por él.
– DRAGONES Y MAZMORRAS: Marlon Wayans lleva viviendo de esto bastante tiempo, y eso que ha conseguido colarse en pelis como Requiem por un Sueño, pero el tipo es más conocido por papeles como el que nos toca. En esta película cumple el papel de “alivio humorísitico”. Nótese que hasta su ridículo sombrero remite a un mendigo con mitones, y cuando llega la hora de su muerte, adivinad con qué se defiende. Si no lo averiguáis os dejo el magnífico momento tuneado con una dramática música que engrandece el épico deceso.
Estoy siendo sarcástico, el personaje, como el resto de la peli, es repugnante, y el que lo mata es un tipo con urticaria en el cogote. Wayans además se viene mofando del mismo estereotipo desde Scary Movie y varias de sus secuelas, además de toda la factoria de churros que nos ha regalado junto a su hermano (Dos Rubias de Pelo en Pecho, Pequeño pero Matón y otros morzongos).
Por su puesto las mujeres negras tienen su homóloga representante de cuota denigrante (vaya rima). Ésa que muchas veces aparece en las pelis gritando como una loca y que cuando insulta a una mujer (“Oye puta, quita tu enorme y negro culo de mi vista”) o pone fino al novio (“Ya sabes lo que tienes que hacer si no quieres que esta negra y su culo se larguen de aquí”) menea el cuello como una lechuza mientras señala con el dedo.
Con todas estas cosas, me pregunto por qué Spike Lee, en vez de tocar los huevos a gente como Clint Eastwood o Tarantino no monta más pollos por este tipo de personajes. Que una cosa es mofarse del estereotipo (lo podéis ver en Be Cool por ejemplo) y otra es pensar que estos personajes fomentan la igualdad insertando la cuota racial en la peli.
Como postre os dejo un vídeo monumental cuyo descubrimiento se lo debo a Rafa. Y es que si hay algo peor que el que Hollywood fomente estereotipos rancios, es que lo hagan los propios afectados y encima de forma tan triste:
“El que te focka, el que te parte la boca…”