SPOILERS LIGEROS PORQUE ME RESULTA IMPOSIBLE COMENTARLA SIN PONERME A RAJAR
Creo que Quentin Tarantino está sufriendo un descontrol absoluto y la gente no se lo dice. Endiosado por Cannes y por la prensa estadounidense, que concede un mínimo de seis estrellas sobre cinco a todo aquello que se lleva aplausos en Europa (“si les gusta a los del Viejo Mundo tiene que ser la polla”, véase el caso español con Almodóvar), Malditos Bastardos será muchas cosas pero lo que menos es, es una película. Es la habitual movida de “estilo sobre contenido” que nos solemos tragar de gente como Ridley Scott, pero a ese no hay problema en ponerle a caldo porque ha rodado La Teniente O’Neil y entonces todo vale. Tarantino, por su parte, es intocable. Y eso que lleva dos tonterías como una casa: Death Proof y esta película, pero ahí le tienes en la alfombra roja de Cannes, navegando entre ríos de esperma con una sonrisa. No sé. Sospecho. Además, siempre podremos consolarnos pensando que el alucinado soy yo…
…pero cuando una película que se llama Malditos Bastardos se olvida alegremente de los Malditos Bastardos durante media hora, y su villano, un coronel nazi, pasa de ser diabólicamente astuto a convertirse en un gilipollas total en un espacio de minuto y medio, valgan dos ejemplos, es que hay un problema. El problema es que, maldita sea, este tío sabe rodar cine. Otro caso Von Trier. Otro tipo al que siempre le dicen “sí, perfecto, ningún problema, maravillosa película, eres un genio, fantástica idea, ten 15 millones” y ale, al Festival a vender la peli.
Nadie le dice “oye, esta escena de 14 minutos que te estas cascando está muy bien, y tal, ¿aporta algo?” o “em, quizás sería recomendable eliminar a los malditos bastardos de la película, sólo entorpecen la historia a la que estás dedicando la mayor parte de tus energías, la de la joven judía Shoshanna Dreyfuss, única superviviente de una matanza familiar. Además, ella también quiere cargarse a Hitler, los dos tienen el mismo objetivo, uno de ellos sobra”.
Todo el mundo está encantado con el cameo de Actor Recuperado para la Causa, y con el colega de QT, Eli Roth (que no es actor, no sabe actuar, no actúa) haciendo de “El Oso Judío”, partiendo cráneos nazis y escupiendo diálogos intrascendentes, como el resto de sus compañeros, encantado con Brad Pitt, uno de los cinco actores más conocidos del planeta en plan comparsa –hinchando currículum y haciendo el friki como sólo puede hacerlo un tipo que se acuesta con Angelina Jolie y aparece cada año en los 50 más guapos de People…es decir, apenas puede, y pa qué esforzarse– así que imaginaos el resto. Y con las referencias cinematográficas, con la espectacular puesta en escena del director, con la violencia de sus sólo TRES tiroteos, dos de ellos de cinco segundos cada uno, y sobre todo, con su final. Que, en este caso, y vamos a dejar de echar bilis, es la hostia y Tarantino tiene un par de huevos. De hecho va a ganar a la mitad de los espectadores, que decían en Adaptation: “gánatelos con el final”. Tarantino, tonto no es. Si vas a ser intrascendente, hay que ser alegremente ridículo, por lo menos.
No es tonto porque el tío tiene vergüenza ajena. En el fondo, Malditos Bastardos no es una película horrenda. Moralmente, tiene momentos brillantes: los bastardos, veréis, son presentados como los seres más crueles del film, mientras que los nazis, irónicamente, suelen aparecer exageradamente humanizados. Es una idea tremendamente inteligente que Tarantino nunca se molesta lo suficiente en desarrollar porque… ¡ey, todo es gloriosamente pulp, no lo olvidemos!. Y cinematográficamente hablando, es la leche (es lo que pasa cuando Robert Richardson te pone las luces). No, repito, no es horrenda. El problema es que no la dejan ser buena. Tarantino lo ahoga todo. Porque la historia entre Shoshanna, la joven judía y el galán Frederick Zoller (Daniel Bruhl) mola, porque el chaval es majo y resulta que no le hace la más mínima gracia ser un héroe para la audiencia nazi. Y porque Zoller tampoco sabe que la chica es judía. Mola el intríngulis. Pues observad la forma más rara en la que Tarantino despacha la historia como quien se quita una caquita del zapato. El mero hecho de que apenas sabes qué bastardos siguen vivos y quienes han muerto tras el desparrame de los últimos 10 minutos es otro ejemplo más de que Tarantino está mucho más concentrado en otros menesteres.
En sus ya legendarios diálogos, entre otras cosas. Que tienen un carácter literario que deleita al oido. Y que en este caso, a diferencia de Kill Bill (donde sólo había UNA historia, lo que enfocaba la acción que no veas… eso y las hostias, que aquí no hay por ninguna parte), suenan más a farfulleos que a otra cosa. El día que en una peli de Tarantino pregunten la hora y el personaje se limite a contestar “Son las dos menos diez”, adelanto las Navidades. Tres de cada cuatro diálogos son, en realidad, monólogos. Que no es malo. Pero son monólogos que, o bien explican la trama a chorrón, cosa que es aburrida, o que se centran en aspectos indirectos (el soldado nazi que explica que acaba de ser padre y que le va a llamar al niño Fulanití«n o no se qué leches), que es aún peor. No hace mucho tiempo asistí en esta página a una crucifixión en vivo de M. Night Shyamalan por introducir a saco una historia de terror con una anciana chiflada en ese ensayo de película llamado El Incidente. Para Tarantino me espero poco menos que la hoguera, porque hace una cosa similar cada dos escenas.
Pero como decíamos, el tipo no es tonto. Diez primeros minutos cojonudos y un villano de élite durante el 90 por ciento del metraje. Y unas interpretaciones del reparto europeo de lo más ajustadas (insisto: Pitt y Roth se lo están tomando demasiado a coña, y eso no ayuda). Es gente que sabe la clase de película en la que está participando y que sabe que actuar con cara seria es beneficioso para el film. Diane Kruger y Til Schweiger son los mejores. Melanie Laurent y Daniel Bruhl están correctos (el último aburre un poco pero tiene una cara pan que viene pintada para su personaje), Christoph Waltz, el feliz ganador de la Palma de Oro de Cannes, lo hace espléndidamente en plan Hannibal Lecter/Sherlock Holmes nazi hasta que el guión de Tarantino le convierte en Pierre Nodoyuna. No es culpa suya.
Y ni siquiera Waltz, que dinamiza que no veas y tiene hechuras de personaje memorable, impide que esta película consiga algo inédito en los films de Tarantino: que me haya olvidado de ella a la media hora. Increíble, pero cierto. No tiene nada. Su visión de la Segunda Guerra Mundial tiene el impacto de sus últimos 10 minutos, el resto se ha limitado a reproducir lo que hemos visto en doscientos films sobre el estilo (no italianos). Su discurso moral no va a ninguna parte. Ningún recorrido emocional en los personajes más que en la pobre Shoshanna. Nada. Nil. Cero. Eso sí: fotografía maravillosa, música Spaghetti Western que te cagas, enorme personalidad propia, originalidad a raudales, diálogos memorables, momentos aislados muy currados. ¿La historia? Lo de menos. ¿Un segundo visionado? No, gracias. La primera vez que ves la escena del bar hace gracia. Dos veces sería demasiado. ¿El final? Cojonudo. ¿En general? Una verdadera locura. ¿Se recomienda? Depende de la personalidad de cada uno. Espero que polarice opiniones. Algo se habrá conseguido.

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Anónimo