Cuando hace un par de semanas (en el Podcast, sin ir más lejos) se me ocurrió decir que The Last Airbender, de M.Night Shyamalan, era mi estreno más esperado del verano, no mentía. Hay dos películas (tres) que espero, como aficionado al género palomitero, con más ansiedad. Origen, de Christopher Nolan; The Expendables, de Stallone y, en última instancia, Predators. Pero The Last Airbender, en cierto modo, es un caso especial porque, a diferencia de las otras, gira en torno casi exclusivamente a la figura de una persona, su director –no el material, no el guión– y por motivos pelín extracinematográficos.
Cortesía de Peter Sciretta, de /Film (link aquí)
Primero quiero ir al grano y hacerme eco de que, en el momento de escribir estas líneas, hay gente manifestándose delante de los edificios de oficinas de Arclight Hollywood –donde se encuentra la CNN, por cierto– por la “manipulación racial” de la que se hace objeto en The Last Airbender. Sospecho que gran parte de los comparecientes pertenecen al movimiento Racebending (un juego de palabras sobre el título original del film). Si lo desconocéis, os pongo en antecedentes. Desde Racebending.com, un insólito número de sicofantes aficionados a la obra original, critican efusivamente el hecho de que, dado que entienden la serie como “una celebración de la diversidad racial”, el protagonista y algunos de los intérpretes principales sean de raza blanca, tirador, en especial su protagonista, Noah Ringer, natural de Texas.
Un apunte personal: Racebending.com es la clase de movimiento que cita directamente a gente que en la puta vida ha oído hablar de la serie (yo no he visto ni un sólo capítulo, conste), y cuelga sus declaraciones sin ningún tipo de contexto. Es más, es un movimiento que, en ninguno de los últimos veinte posts que les he leído, aplaude, se congratula, acepta, entiende o admite ninguna decisión positiva sobre el film. “Contrarianismo”, perdón por el palabro, en estado puro, a mi entender.
A estas alturas, si creéis que este es un post opinativo en defensa enconada de Shyamalan, acertaréis en lo primero; en lo segundo… no tanto.
No tanto porque aquí llega la parte del post que habla de la reacción de la crítica al film: se la han follado. Básicamente, ha sido una operación Enduring Freedom en toda regla la que ha caído sobre la cabeza del cineasta de Philadelphia. En estos momentos, el film ha recibido una nota de 8 sobre 100 en Rotten Tomatoes, posiblemente la primera página más conocida cuando se trata de hacer las medias de las valoraciones recibidas sobre un film. Para poneros en contexto: un 8/100 es abismal. A-bis-mal. Es un certificado de muerte que interpreto como un gesto de exasperación hacia la figura de Shyamalan: están hartos, la película no les ha gustado ni un ápice, creen que es muy mala, y están hartos de que este señor les tome el pelo. El consenso redactado por RT indica que “su trama es incomprensible; su diálogo, risible, y hay una mortecina sensación de aislamiento” respecto a lo que vemos en pantalla.
Basándome en esta valoración… ¿qué se puede decir?. La filmografía de Shyamalan, desde El Sexto Sentido, ha sido progresivamente despreciada por la crítica estadounidense. Cabe destacar que es un director que, según he podido leer en comentarios de esta web, resulta más apreciado por “ojos europeos”, bien sea por el ritmo que imprime a sus films, por sus cualidades estéticas, por sus interpretaciones “calladas”, por su sentido clásico del suspense, por el aura de “outsider” que le rodea, lejos de la Industria…por los motivos que sean. En Europa parece que tiene cierta manga ancha. Siempre me ha llamado la atención ese aspecto del debate en torno a la figura del director, porque de ahí derivamos a la temible pregunta de si M.Night Shyamalan está siendo objeto de una caza de brujas en su país natal.
Yo sólo puedo hablar por la parte que me toca: El Incidente, su anterior film, marca para mí una grave inflexión: es la primera vez que valoro un film de Shyamalan más por algunos aspectos aislados, que por todo su conjunto, mermado por escenas incoherentes, por una falta de rumbo a seguir, por deprimentes interpretaciones (puto Walhberg), y, sobre todo, por la ausencia de un PLAN a la hora de construir una historia: “¿a dónde voy? ¿cuál es mi amenaza? ¿qué conflicto mueve a mis personajes? ¿Qué quiero contarte con todo esto?”. Desde mi punto de vista, ninguna de estas preguntas tiene una nítida respuesta en El Incidente, un mal que ya se veía venir en La Joven del Agua. Todo esto no sería tan grave si Shyamalan fuera un cineasta sin talento, un hack al estilo Brett Ratner. Sin embargo, un hombre que tiene El Sexto Sentido, una buena parte de El Bosque, quizás la mencionada Joven del Agua para sus más acérrimos defensores y, sobre todo, EL PROTEGIDO, debe merecer el beneficio de la duda. Pero parece que incluso esa carta se le puede haber agotado.
Este post es largo, se acerca a las 1000 palabras –mi límite para el tl;dr— pero quiero que todas estas ideas que he lanzado sean objeto de debate. Hablamos de un director que ha marcado de un modo u otro un lustro entero (vamos a decir 1999-2004) del cine contemporáneo. Simplemente quiero destacar que, en las últimas 48 horas, Shyamalan se ha convertido en el punto de mira de grupos de críticos y grupos de aficionados, un director que –a un nivel generalizado– parece haberse quedado sin el apoyo de los críticos más, ejem, “profesionalizados” y del escalafón más inmediato a la audiencia: el de los críticos de Internet (Chud la odia, Joblo la odia, Ain’t It Cool la odia). Pero se trata de pilares básicos para construir una reputación generalizada, y es posible que estemos asistiendo a un punto de inflexión en la carrera de un director que es posible deba a partir de ahora rodar un cine, voluntariamente, más minoritario y menos ambicioso. El turno es vuestro.