Ya la hemos visto, amiguetes, y por desgracia, en cierta medida, se han cumplido mis temores, que no eran otros que estar ante una película preclimática en la que pasara muy poco en comparación con el resto de títulos de la saga.
Esta séptima película de Harry Potter cuenta la primera mitad del último libro de la saga, la calma previa a la tempestad que se desatará en la última entrega este verano. Una película que se centra en el desamparo de los tres protagonistas Harry, Hermione y Ron, ocultándose de sus enemigos en medio de la nada mientras buscan los horrocruxes que guardan fragmentos del alma de su enemigo mortal, y los destruyen.
La película retrata muy bien la indefensión, la pérdida de esperanza y la frustración de sus protagonistas y cómo esa situación les desespera e irrita hasta poner en riesgo su amistad y su supervivencia. Pero una saga que se ha caracterizado precisamente por tener historias dinámicas y resolver misterios a tutiplen no puede permitirse el lujo de hacer una película sobre medio libro que no cuenta gran cosa, y que encima, en los momentos donde se revela información importante o hablan de personajes que el espectador no conoce, no dediquen el tiempo necesario para situarlos ante esas importantes novedades que hacen avanzar la película hacia algún lado. Y es que salvo el descubrimiento final de esta séptima película, las reliquias de la muerte, que se narra con un cuento genial, el resto de detalles importantes se despachan como si fueran cosas que conocemos previamente, cosa que no es cierta (salvo que todo cristo se haya leido el último libro), y que hacen que el desarrollo de la película se parezca a una visita al vater con el estómago revuelto: explosiones de mierda entre largos momentos de retortijones interminables.
No es que sea una mala película en términos absolutos. Tiene un comienzo potente, creo que hay una atención a los personajes realmente cuidada, los tres protagonistas interactuan de verdad por primera vez en mucho tiempo y se entiende por qué cambian como cambian a lo largo de la película, eso por no destacar el ya habitual y genial trabajo visual de toda la película, un aspecto que se ha depurado siempre entrega tras entrega y que es un placer. Pero eso no quita que nos hayamos sentado en una butaca a que nos cuenten una mera introducción de dos horas y media, y que tengamos la sensación de que el grueso de la película se podría haber acortado mucho y haber sido sólo el comienzo de una séptima y única película sobre el último libro. Pero claro, por qué venderte un menú completo por 8 euros si puedes pagar 16 en dos partes.
Como capítulo intermedio, pues vale, le doy el visto bueno. Como experiencia cinematográfica me parece un ligero timo en un envoltorio de lujo. Una práctica, además, que se ha ido popularizando esta última década con sagas ultrataquilleras como Matrix o Piratas del Caribe, que deciden dividirte una paja en dos partes, que sabemos que es algo que no funciona.
