Con casi dos años de retraso nos llega este melodrama dirigido por Don Roos, un hombre que se curtió como guionista televisivo, para luego escribir los guiones de títulos como Mujer Blanca Soltera Busca…, Sólo Ellas… Los Chicos a un Lado o el remake de Diabólicas, hasta que finalmente dio el salto a la dirección con un título independiente que sonó mucho en 1995, Lo Opuesto al Sexo, protagonizado por Christina Ricci y la que ha sido su musa hasta ahora, Lisa Kudrow. Lo que parecía que sería una carrera que transitaría relativamente al margen del Hollywood convencional al final ha sido una evolución en el melodrama casi televisivo. Llegaron Algo que Contar, Un Final Feliz y el guión de Una Pareja de Tres, culminando en el título que nos ocupa. Todas ellas, películas que giran en torno a las relaciones de pareja y los múltiples factores que pueden llegar a complicarlas hasta lo irreconciliable.
En El Amor y otras Cosas Imposibles Roos nos sitúa en la piel de Emilia (Natalie Portman), una joven abogada que tras casarse con su jefe (Scott Cohen), no sin antes ser el detonante del divorcio del mismo, pierde a su hija recién nacida, un trauma marcado a fuego que supondrá el inicio del derrumbamiento de su vida. Desde la complicada relación con su hijastro, hiperprotejido por su madre (Lisa Kudrow), hasta su propia pareja, pasando también por la complicada relación con sus padres, también separados. Emilia, en su duelo, es incapaz de desenvolverse correctamente con cada una de las personas esenciales en su vida por mucho que lo intenta.
De ese modo la película se convierte en una espiral de pequeñas complicaciones que irá minando la entereza de la protagonista hasta una catarsis final, tardía, pero a la que Roos, pese al título, no niega una puerta a la esperanza.
El mayor problema de la película seguramente parte de lo convencional de muchos de los conflictos de la protagonista, creíbles todos ellos, pero trillados a más no poder, con algunas dosis de psicoanálisis de panfletillo y una narración también rutinaria que es incapaz de evitar el flashback de cómo los protagonistas se enamoraron, casaron y cayeron en desgracia desde el solitario momento de “mi marido se acaba de dar la vuelta en la cama y yo hago un repaso a my life”.
Portman hace un buen trabajo al igual que la mayor parte del reparto, pero no ayuda que muchos de los secundarios no dejen de ejercer como voz de la conciencia o verbalicen en todo momento “yo también tengo sentimientos” y diálogos de ese tipo, que no ayudan a que la historia, al menos, sea original en la forma en que se nos cuenta.
Un título pasable para fans de los dramones de sobremesa.

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La Casa de los Horrores