Los prejuicios son muy malos y cuando uno va al cine siempre los tiene. Buenos o malos, ahí están avisándote de lo que podrías estar a punto de ver. Uno intenta no hacerles caso basándose en más de un veredicto incorrecto, pero muchas otras veces el prejuicio no sólo es válido, sino que se queda corto. Quieras que no, tu bagaje como espectador te ha dado un aprendizaje y la capacidad de sorpresa, buena o mala, es cada vez menor.
Mis prejuicios decían “la nueva de Conan no pinta muy allá”, y oye, que tenían razón los muy cabrones. No sólo no es una película digna, sino que se aproxima mucho a El Rey Escorpión en versión cerda y con algo más de presupuesto.
Seré un mitómano y lo que queráis, pero películas como ésta elevan a la de John Milius al olimpo del cine. Las dos películas cuentan casi lo mismo y sin embargo donde Chuache era épico, rudo y mítico, Momoa no pasa de la versión de un cani ciclao en tiempos precristianos. Donde James Earl Jones (JAMES EARL JONES) se convertía en un enemigo terrorífico (nunca da un espadazo ante la cámara), otro gran actor como Stephen Lang no pasa del típico sádico sin interés. No hablemos ya de los personajes femeninos, ambos sometidos a una tensión sexual ridícula y en el caso de Rose McGowan, íntegramente patéticos.
Y es que Nispel se queda en lo superficial y lo obvio, tratando de rellenar todos los vacíos de la película a base de peleas que, para colmo, son rutinarias y chuscas por mucho que cada golpe acabe en un estallido de sangre. Pero sobre todo, se centra en un personaje que se puede definir con una sola palabra: ¡¡¡Groar!!!
La mitad de los diálogos de la película son gruñidos. Que sí, que ya sé que todos son bárbaros y que desayunan comiéndose a los hijos de sus enemigos, pero no hace falta plantar en la película un nacimiento como el del protagonista que ¿cómo acaba? Con un monumental ¡¡¡Groar!!! Y lo que pretendía ser una versión sangrienta de Mufasa presentando a Simba se queda en una parodia.
Nispel es un tipo que ama ese cine de sotanillo llenomierda, sórdido, sucio, guarro y tremendamente explícito, lo cual no tiene por qué ser malo si no se convierte en el único aliciente para ver una película. Demostró que en pelis como La Matanza de Texas pegaba, o en Viernes13, que podía hasta resultar cómico de forma intencionada. Pero Conan el Bárbaro tiene personajes sin ningún tipo de interés y una narración más fea que un chicle con sabor a uñas. Las elipsis, más que ayudar, parecen un “me la sopla todo lo que no sean hostias” y la ubicación espacial es más chunga que la del Google Maps en las Barranquillas. Valga como ejemplo un final en el que lo mismo estamos en un abismo que en una balconada cartompiedrer y cuyo climax parece el de un capítulo de Xena.
Cierto que éste es un proyecto que ha ido dando tumbos durante muchos años, que no terminaba de salir adelante y que quizás Nispel no ha tenido más remedio que rodar un guión que ha sufrido tantos retoques que ya no quedaba nada medianamente interesante, pero eso no le quita responsabilidad en una dirección muy equivocada y con errores que, bien por puesta en escena o por montaje, convierten lo que debería ser acción de primera y momentos épicos en una spoof movie sobre el personaje, y además sin gracia.
