En Agosto del 86, yo tenía diez años, pase el verano, por segunda y última vez, con la familia de mi abuela materna en Andalucía.
Muchas cosas buenas de esos días siempre quedaran en mi memoria: las papelinas de camarones en la playa, los mantecados de la avenida principal, las partidas de “peonza” -con las que llegué a amasar una pequeña fortuna en pesetas-, los horarios mucho más laxos que en mi Barcelona natal………
Pero un hecho marcó mi verano mucho más profundamente que todas esas fruslerías juntas. Uno de los primos de mi abuela era dueño de un videoclub y yo tenía acceso ilimitado y gratuito a aquellas maravillosas estanterías.
Pude ver, o volver a ver, Indiana Jones, E.T, Tiburón, Conan, Encuentros en la Tercera Fase, Tron, Excalibur y un montón mas, mientras comía cuencos y cuencos de palomitas que me hacia la tía Dami.
A eso sumamos que mi primo Alfredi y su novia me llevaron al cine cada viernes por la noche, y que con ellos, descubrí Regreso al Futuro, Noche de Miedo, Los Goonies y ¡¡¡¡Legend!!!.
Si hasta entonces me había gustado el cine, desde aquel verano se convirtió en una pasión y casi una obsesión para mí. Y el detonante fue un rasgo común a todas aquellas películas: rezumaban magia.
Estoy seguro que J.J Abrams vivió alguna experiencia similar unos años antes que yo.
Es la única explicación que encuentro a esta desaforada declaración de amor a ese cine, que da sus primeros frutos a mediados de los 70 y se prolonga durante los 80, que es su última película.
Todo se da cita en Super 8. Los eternos temas “made in Amblin” se dan la mano con las monsters movies de serie B que yo no descubriría hasta años después.
Dejando de lado su valor nostálgico Super 8 tiene argumentos suficientes para ser considerada una película excelente en sí misma.
La dirección de Abrams es un acto de clase en sí misma. La forma en que acumula emoción a través del posicionamiento de la cámara, la brillantez de la planificación de secuencias, mención de honor al descarrilamiento del tren, y la acertadísima dirección de actores nos remite a los narradores de pura cepa.
Esplendidos están los actores infantiles. El cuarteto de niños impecables. Un paso mas allá esta Elle Fanning, en una composición de esas que auguran una estrella, que protagoniza una escena de cine dentro del cine que define con maravillosa sencillez lo que debería ser un actriz.
No veía desde hace mucho tiempo un blockbuster veraniego que se tomase tanto esfuerzo en construir unos personajes creíbles, en hacerlos cercanos y entrañables, recordando aquella regla que tan bien sabían los cineastas de hace 30 años: para que la aventura funcione, te tiene que importar realmente lo que les pase a los protagonistas.
Las principales críticas a Super 8 se fundamentan en que está planificada hasta el milímetro, en que es manipuladora y artificiosa.
Felicidades señores y señoritas. ¡Acabáis de definir algunas de las principales características del cineasta que esta película toma como referente universal!.
ET, Encuentros en la Tercera Fase, El Color Purpura, La Lista de Schindler,A.I y cualquiera de las pelis de Spielberg que contengan un factor emocional, son más tramposas que un duro de plata y juegan contigo sabiendo exactamente donde presionar, en qué momento y con qué intensidad hacerlo.
A mí este trending topic “Super8escomoE.Tperofalsa#” me huele a frase preparada cuando se anunció la película y que salta de boca en boca por los mentideros de internet entre la gente con poco criterio. Primero, porque tengo muy buen olfato para este tipo de corrientes memas, y segundo y más importante porque el homenaje a E.T se cimenta en la parte de los críos, la parte del bicho a donde nos retrotrae con toda claridad es a El Terror No Tiene Forma” y al entrañable mundo del sub-producto ochentero.
Más allá de esta polémica en la que unos y otros no creo que nos pongamos de acuerdo, están las virtudes del film en sí mismo y que son totalmente independientes del maravilloso ambiente Amblin que, viéndola, me transportó a ese bendito verano del 86.
Doctor diablo.
