Antes de comenzar quisiera hacer una pregunta, ¿se puede decir con libertad que una película de Almodóvar no ha gustado?. ¿Por qué hago esa pregunta?. Porque a lo largo de estos años cuando se estrena una película de Almodóvar se afilan los cuchillos para ver quién es el que se atreve a ponerla mal, porque encanta fomentar ese sentimiento victimista bajo el lema de “Almodóvar no es profeta en su tierra”. Soy fan del cine de Almodóvar, siento debilidad por títulos como ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, La Ley del Deseo, Todo sobre mi Madre o Hable con ella, por citar tan solo unos ejemplos, y detesto mamarrachadas como Kika. Del hombre con el ego sobredimensionado que se niega ahora a hacer ruedas de prensa porque considera que los medios de comunicación de la derecha se las va a boicotear y demás cuestiones extracinematográficas preferiría no hablar. Y hace dos años cuando con Los Abrazos Rotos me tocó hacer mi primera crítica de una película de Almodóvar en esta santa página vaya por Dios que no me gustó, casualidades de la vida, y me encontré con algunas respuestas típicas como que nos cebamos con Almodóvar porque triunfa fuera, que estamos deseando que fracase con sus películas, o que estoy ciega porque no supe valorar la genialidad que hay en Los Abrazos Rotos, ha pasado el tiempo y sigo sin verla, debo de estar muy mal.
Hace algo más de diez años Pedro Almodóvar anunció que iba a rodar una adaptación de la novela Tarántula de Thierry Jonquet. El director ha estado dándole muchísimas vueltas a este proyecto, porque no veía la manera de sacarlo adelante. Y después de verla me pregunto en qué estaba pensando Almodóvar el día en el que decidió rodar esta película.
No quisiera dar muchos detalles sobre la trama, aunque muchos medios se han encargado de destriparla. El protagonista del film es Robert Ledgard, un prestigioso cirujano brasileño, sin acento de Ronaldo, que gracias a los avances científicos ha logrado crear una piel artificial perfecta que puede sobrevivir a cualquier tipo de agresión. El protagonista al igual que el Doctor Frankenstein juega a ser Dios sin plantearse cualquier tipo de cuestión ética. Su criatura es una joven que ha ido modelando y a la que mantiene encerrada en su casoplón-laboratorio-quirófano. Pero quién era esa joven, esa es la cuestión.
La Piel que Habito qué es, drama, terror, ciencia ficción, comedia involuntaria, telenovela barata, el germen de un especial del programa de Ana Rosa o de Laura Bozzo… de todo un poco, y nada funciona, ni siquiera las tres últimas opciones, algo que es una verdadera tragedia. Strait-Jacket puede seguir ocupando tranquilamente el trono de la mejor comedia involuntaria de la historia del cine, porque me río viendo las escenas más dramáticas de La Piel que Habito, pero no hay color señores, no hay color. Este homenaje que ha hecho Almodóvar a algunos de sus referentes como Le Yeux Sans Visage de Georges Franju, El Coleccionista de William Wyler, algo que también hizo en ¡Átame! y con mejor fortuna, el cine de la etapa norteamericana de Fritz Lang o el giallo de Dario Argento se queda en un torpe intento, en ningún momento logra captar la esencia de todo el cine que pretende emular, quedando algo muy descafeinado, y es una pena porque Almodóvar, como buen animal cinematográfico que es, suele clavar los múltiples homenajes que ha ido realizando a lo largo de toda su filmografía.
La Piel que Habito supone el reencuentro entre Pedro Almodóvar y el que ha sido su actor fetiche hasta la década de los noventa, Antonio Banderas. La última película que rodaron juntos fue ¡Átame! estrenada hace 21 años. Almodóvar nunca ha sido un buen director de actores, porque no suele escribir buenos personajes masculinos, hay honrosas excepciones, y ninguna de ellas es Tony Cantó, y Banderas siempre se ha encontrado entre los actores que han funcionado en las manos de Almodóvar, especialmente en ¡Átame! o en La Ley del Deseo. Pero en La Piel que Habito Banderas está perdidísimo, en ningún momento llegas a creértelo ni a compadecerte de sus sucesivas desgracias, entre ellas que le apretaban una barbaridad los zapatos porque esa manera de caminar no es normal. Una lástima que el que se suponía el gran regreso de Antonio Banderas como actor después de, he perdido la cuenta de los años que lleva metiendo la pata hasta el fondo, quedase en nada. He llegado a una cruel conclusión y es que a Banderas le sacamos de los spots de colonia barata y está perdido, y que se ponga las pilas porque entre David Bisbal, Rosario Flores y Shakira le van a sacar a patadas del submundo de la colonia del supermercado.
Algo mejor está Elena Anaya, que interpreta un papel que en un principio estaba destinado a Penélope Cruz, al menos sí parece haber entendido en qué consistía su personaje, pero solo brilla en un par de secuencias, sobre todo en la parte final de la película. Aun así no es ni de lejos la mejor interpretación de la Anaya, que suele darme una de cal y una de arena, a veces me encanta, otras no la soporto, aquí se ha quedado en el medio.
En el aspecto de los secundarios destacaría a un Eusebio Poncela disfrazado de Nicole Kidman en Los Otros, perdón, Marisa Paredes, que interpreta a la ama de llaves brasileña con acento mutante, y que da la sensación de que para rodar esta película se ha puesto hasta arriba de Mio-Relax, tan solo tiene una escena en donde puede lucirse, qué desaprovechada está en su nueva colaboración con Almodóvar. Jan Cornet, que es quien tiene el otro personaje importante de la trama está correcto sin más, nada destacable.
Los que pasaban por ahí son Eduard Fernández, José Luis Gómez, Fernando Cayo, Bárbara Lennie y Susi Sánchez. Lo dicho, pasaban por ahí y sacaron el piloto automático y ya es mucho, en el caso de Bárbara Lennie fue todo un logro que no se le notasen las comas en sus poquitas frases, va prosperando.
Y no me puedo olvidar de Agustín Almodóvar, también coguionista de la película, que ha resultado ser el mejor actor de todo el reparto, y se supone que no es profesional. Porque si lo comparamos con Blanca Suárez y Roberto Álamo con horrendo acento brasileño, el hermano de Pedro es Charles Laughton en Esta Tierra es Mía. Siempre he considerado a Roberto Álamo un buen actor y también que trabajar con Almodóvar puede ser una maldición cuando se está mal, que se lo digan al pobre Fele Martínez y a tantos otros que la están sufriendo. No sé cómo describir lo que sentí viendo la interpretación, por llamarlo de alguna manera, que ha hecho, vale me animo a hacerlo, sentí vergüenza ajena. Al lado de esto, lo que hizo Rubén Ochandiano en Los Abrazos Rotos solamente es comparable con la interpretación de Anthony Hopkins en Lo que Queda del Día, un ejemplo de contención. Y a Blanca Suárez se le escapa la risa en una escena en la que tiene un ataque de pánico, no digo más, así están las cosas, si es que la cantera de Globomedia ha hecho mucho daño.
Eso sí, la puesta en escena es impecable, elegante y a la vez tenebrosa, mérito de Antxón Gómez en la dirección artística y de la fotografía del gran José Luis Alcaine. Me he sentido decepcionada con la música de Alberto Iglesias, omnipresente, visitando lugares comunes, machacona y muy poco brillante. Y la artista invitada es Buika, adalid ahora mismo de lo más de lo más en el pijo-progresis, Almodóvar, para la próxima peli te recomiendo que recuperes a Falete que añora los tiempos en los que le sacaban en El País Semanal.
Tras reposarla he llegado a la conclusión de que no está a la misma altura de Kika pero qué cerquita está. Aunque en defensa de Kika, la peor película que ha hecho Almodóvar, tengo que decir algo y es que Rossy de Palma pronuncia la frase más burra y al mismo tiempo la más genuina de los últimos veinte años del cine español, y no la mejor frase de la Historia del Cine español porque esa la pronuncia José Sazatornil en La Escopeta Nacional. Pero en La Piel que Habito no hay nada de eso.

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