En diez años de carrera, aún sorprende que ésta sea sólo la tercera película de Juan Carlos Fresnadillo. Se nota que no elige proyectos a la ligera y que espera lo que sea necesario para, como en este caso, sacar adelante proyectos más personales. Y es que aunque no se haya involucrado directamente en el guión, Fresnadillo ha realizado aquí una de sus películas más personales, sobre un tema que según comenta, siempre le ha atraído: el cómo determinados miedos se transmiten de padres a hijos.
Intruders nos cuenta de forma paralela la historia de un niño español y una niña inglesa que comienzan a compartir una terrible experiencia, la visita de un monstruo llamado Carahueca que busca su identidad robando los rasgos de sus víctimas. A medida que el tormento de los niños se profundiza y lo que parecía una pesadilla comienza a tomar tintes reales, los padres de ambos comienzan a preocuparse seriamente por el problema.
De las dos historias el peso lo lleva la trama británica y, sobre todo, en la relación paternofilial entre los personajes de Clive Owen y Ella Purnell. Fresnadillo se vuelca en resaltar lo especial de esa relación, un potente vínculo clave para los hechos que tienen lugar en la película, y que sin duda tiene un encanto especial. Tanto Owen como Purnell se reparten los momentos más relevantes de la película y sorprende el talento de la actriz, a la que ya pudimos ver dando vida a la versión joven de Keira Knightley en Nunca me Abandones. A lo mejor digo una ordinariez, pero esta chica, dentro de 7 u 8 años… madre mía.
La tensión es constante desde el primer momento de la película, pero cierto es que hasta bien avanzada la historia no vemos especial desarrollo de los acontecimientos. Aunque el desenlace justifique ese orden de acontecimientos y prioridades, cierto es que la primera parte de película puede dar una sensación de estancamiento y de no ir hacia ningún sitio. Suerte que cada vez que Carahueca hace acto de presencia Fresnadillo consigue hacer que aprietes el culo, porque de lo contrario la monotonía podría haberse cargado la película. No es hasta la segunda mitad cuando los protagonista comienzan a tomar las riendas de lo que sucede y tratan de buscar soluciones a una situación que siempre juega a la ambiguedad entre sueño y realidad, hasta el punto de que, pese a que lo que suceda pueda ser imaginario el terror y la sensación de asfixia no cesan, porque los miedos no se combaten con palos.
Este problema de arritmia en la sucesión de acontecimientos puede que venga derivado de los conocidos han sido los problemas de montaje de esta película. En su primera versión, mostrada como test a un público limitado, resultó mayoritariamente ininteligible para éste. Seguramente con la intención de solventar esos problemas de comprensión haya habido que sacrificar una mayor sensación de que la historia progresa. Desde luego puedo decir que el montaje final dista mucho de ser complicado pese a una continua estructura de las dos historias en paralelo, aparentemente inconexas, pero muy hábilmente unidas según se acerca el desenlace. Las piezas, señores, acaban encajando, algo que siempre se agradece, sobre todo cuando la historia obliga a crear un universo y leyes propios.
Personalmente la sensación con la película ha sido algo tibia. Vistas las dos primeras películas de Fresnadillo las expectativas con esta tercera eran muy elevadas, más aún por ese componente más personal que tiene dentro de la filmografía del director, donde algún fan de Jodorowski (admirado y amigo de Fresnadillo) puede que detecte su influencia, pero finalmente puede que no pase de ser una película de terror mucho más convencional de lo esperada, donde los puntos fuertes (como el trabajo con los actores o las escenas de miedo) sirven más para reflotar las concesiones hechas hacía una idea y una estructura concretas. Eso sí, como digo, el final acaba resultando coherente y bastante satisfactorio, se anticipa con los detalles mínimos y justos para que no quede ni forzado, ni obvio, y al menos uno sale con la sensación de que la película le trata de tú a tú, de forma inteligente y queriendo ofrecer algo más aunque no termine de lograrlo.
