A día de hoy podría decirse que la saga de Jason Bourne ha sido la que ha modernizado en cierta manera el cine de acción, o al menos lo ha llevado hacia un terreno “más realista” que ha creado cierta escuela, en buena medida, gracias al trabajo de Paul Greengrass, un abanderado de un cinéma vérité evolucionado que aplicó su narrativa casi documental a un género tan poco dado al verismo como el cine de acción fabricado en Hollywood. La saga consiguió, al menos temporalmente, aunar al público que amaba el cine de acción puro y duro, y por otro, al cinéfilo de cine de autor que difícilmente hubiese visto con buenos ojos estas películas si no hubiese sido de la mano del autor de Bloody Sunday. Con todo, hay que reconocer que, ya en la tercera entrega, la saga comenzaba a mostrar síntomas de agotamiento con un guión que replicaba mucho de lo visto en la segunda parte.
Esta cuarta parte, se desliga en cierta medida de la trilogía anterior, deja aparcado al personaje protagonista de la saga, y nos pone en la piel de Aaron Cross, otro agente de élite perteneciente a un programa similar a Treadstone. Uno de los tantos desarrollos ocultos y amorales del gobierno que sus responsables deciden zanjar a causa de la información hecha pública por Jason Bourne en la anterior película. Es, por decirlo así, la réplica del terremoto causado por Bourne, pero como casi toda réplica, las consecuencias y el resultado son previsibles.
Es la réplica del terremoto causado por Bourne, pero como casi toda réplica, las consecuencias y el resultado son previsibles.
Tony Gilroy, guionista de toda la saga, estira el chicle de la misma y mete unos cuantos ingredientes nuevos, empezando por el propio protagonista, para, en el fondo, contar lo mismo una vez más. El problema es que Aaron Cross, por muy solvente que sea el trabajo de Jeremy Renner, no tiene ni la cuarta parte de interés que tenía el personaje de Bourne. A parte de la pérdida de memoria que sufría aquel, la carga dramática que tenía y la perfecta conciencia de ser un personaje desterrado del mundo, lo hacía especialmente atractivo. Cross sustituye esos matices por cierta socarronería que no compensa en absoluto, y se convierte en un protagonista del montón que evidencia que el gran fuerte de la saga era el de tener a un personaje de peso como columna vertebral de la misma. A eso hay que añadir una subtrama pastillera que pretende dar chicha a la película y justificar de algún modo el carácter “viajero” de la serie, pero sólo consigue ralentizar el ritmo con sobreexplicaciones muy poco interesantes. Una pena, porque si la película se hubiese esforzado en desarrollar de verdad una trama sobre el uso de drogas y fármacos para mejorar el rendimiento de los soldados, la historia hubiese tenido mucho más interés y personalidad propia dentro de la saga.
El Gilroy director tampoco consigue que nos olvidemos de Greengrass, mucho más vigoroso. No se defiende mal, pero siendo la estructura de la película muy similar a las dos anteriores, es inevitable establecer comparaciones en las que el director inglés sale claramente victorioso. La obligada persecución final es lo mejor de la película y Gilroy cumple dignamente, aunque se nota que ha recurrido en este ámbito a repetir lo que ya funcionaba en las pelis anteriores. Para ello se ha valido del mismo director de segunda unidad, Dan Bradley, que en cierta manera se homenajea a si mismo, resultando fácil reconocer ciertos recursos ya vistos anteriormente.
No es una mala película, que quede claro, funciona como entretenimiento digno, pero que nadie vaya con la idea de ver una historia que enriquezca el universo Bourne. Digamos que se limita a cumplir con lo que el estudio y el público menos exigente pueden pedir a la cuarta parte de una saga: el seguro y gris mundo de la repetición.
Al final la sensación es la de estar viendo el anexo o los apéndices de un universo, que añaden cierta información, pero que distan mucho de ser lo más interesante del mismo. Se nota que este proyecto ha sido iniciativa del estudio, y lo peor es que, siendo la primera historia 100% original de la saga (las anteriores estaban basadas en mayor o menor medida en el trabajo de Robert Ludlum) y tener ingredientes con tanto potencial como las drogas para la mejora del rendimiento, no ha habido narices de crear una trama realmente original y novedosa. Se sigue repitiendo el esquema del hombre contra el sistema, y se siguen dejando de lado posibilidades más atractivas para la saga como un enfrentamiento a mayor nivel entre el agente de élite y un enemigo a su altura.

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