Es muy curioso que, coincidiendo con el actual contexto de nuestro cine, donde la política de subvenciones se ha reducido a la mínima expresión y donde las cacareadas alternativas de una futura ley de mecenazgo nunca llegan, empiecen a surgir numerosas películas autoproducidas y autodistribuidas por sus propios directores. El famoso cine low cost en su máxima expresión. Y digo que es muy curioso, porque muchas de esas películas se estrenan o empiezan a ver la luz coincidiendo con los recortes, pero comenzaron a gestarse mucho antes. Es el caso de dos películas de las que hablamos hace tiempo como El Último Fin de Semana y Diamond Flash, y también de la película que nos ocupa, Otro Verano, el debut en el largo de Jorge Arenillas.
Con una amplia experiencia como ayudante de dirección en varias series de televisión y video assist junto a directores como Enrique Urbizu (que tiene un breve papel en la película) o Daniel Monzón, Arenillas, tras ejercer de realizador en Muchachada Nui, se lanza al largo con una historia muy personal, íntima y sensible, en la que se entremezcla el drama con el fantástico, y donde el tema principal es la huella que el pasado nos deja en nuestro presente.
Otro Verano cuenta la historia de Cano, un compositor musical que vuelve cada año a la casa de verano que una vez compartió con su novia y que fue el último lugar en el que la vio antes de que desapareciese en extrañas circunstancias. Tratando de entender qué pudo suceder aquel año, reconstruye y anota de forma minuciosa cada detalle de todos los días que compartió con ella en la casa. Una obsesión desasosegante que nunca fructifica en respuestas claras, y que hace revivir una y otra vez recuerdos que ya no volverán.
El guión del propio Arenillas utiliza pocos elementos pero de una forma tan eficaz y rigurosa como la disciplina férrea que se impone su protagonista con el fin de encontrar la verdad. Un trabajo de escritura impecable que mide muy bien los tiempos necesarios para que al espectador le cale tanto la parte emocional del filme como el aspecto más fantástico y el suspense que mantiene viva esa obsesión. Y no es casual que ambos aspectos vayan tan bien ensamblados porque en el fondo son parte de lo mismo, la huella del recuerdo, cada vez más alterado, es a la vez la principal traba para desentrañar el misterio que hay detrás.
Se nota que Arenillas ha aprendido con dos grandes como Urbizu y Monzón, desarrollando un gusto por lo sencillo y los detalles desde el guión.
El conjunto también funciona por el hecho de que la historia es muy minimalista en sus elementos, lo que ayuda a entrar de lleno en la mente de Cano y en unos recuerdos tremendamente personales, pero también favorece que una producción tan modesta, de las que en el fondo están hechas con amigos de la profesión y los ahorros personales para los aspectos técnicos indispensables, no desluzca ni un solo instante frente a otras producciones convencionales. Eso permite que con un equipo reducido de profesionales y una vez obviada la textura de la cámara, el espectador no esté de cuando en cuando fijándose en determinadas carencias que si se evidencian en otras películas de presupuesto cercano a 0. El problema es que quizás esa reducción a lo esencial acabe por obligar a forzar la duracción del metraje para llegar a la hora y media de rigor, porque aunque sería una chorrada decir que esto es un corto alargado, es cierto que quizás podría funcionar mejor con un montaje algo más reducido. Ya que es autoproducida no hay por qué seguir a rajatabla todos los estándares de la industria.
El apartado actoral funciona genial y se sustenta casi exclusivamente en Pablo Chiapella y Ángela Villar. El primero está presente en todo momento y resuelve muy bien un cambio de registro brutal tras años asentado en la comedia, ya fuese como monologuista o en series como La que se Avecina o la citada Muchachada Nui. Ella se confirma como un rostro indispensable de este panorama de cine low cost tras su participación en Diamond Flash, donde realizaba una de las mejores interpretaciones de la película.
Un más que interesante debut y una estupenda carta de presentación para Arenillas, que además se nota que ha aprendido mucho compartiendo rodaje con dos grandes como Urbizu y Monzón, desarrollando un gusto por lo sencillo y por mimar los detalles desde el guión, sin caer en los excesos que podrían haberse derivado de la libertad de no tener que darse cuentas más que a él mismo. Lástima que con el crudo presente y futuro que ahoga nuestra industria impida que la próxima vez pueda contar con más y mejores recursos. Al menos, como guionista, le veremos en lo nuevo de Daniel Calparsoro, Invasor.
P.D.: De momento la película está inédita y acaba de comenzar su andadura por el complicado mundo festivalero y el duro trabajo de autopromoción. Podéis conocer más sobre la película y su estado en su blog oficial.

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