Un estudio desarrollado por el instituto politécnico Rensselaer de Nueva York ha estimado que la década de los años 60 fue la más creativa de la historia del Cine, según los datos recopilados a través de la descripción de las palabra clave que definen a las películas en la Internet Movie Database.
Cada una de estas palabras clave introducidas por los usuarios a la hora de describir la trama del film recibe una puntuación determinada. Una constante (mujer atractiva, por ejemplo) tiene un valor más bajo que el asignado a aspectos más particulares y menos repetidos en aquél momento (ej: artes marciales).
Los resultados del estudio son “sorprendentes” según el responsable directo del trabajo, el físico Sameet Sreenivasan, tras su publicación el pasado 26 de septiembre en Nature Scientific Reports.
“Siempre se dice que el período de 1929-1950 es la Era Dorada de Hollywood, pero si te fijas en las obras novedosas que se estrenan en esa época, se registra una tendencia descendente”, explica.
Wired contextualiza los resultados dentro de la ola de creatividad que se dispara a mediados de los 50 con la crisis del sistema de estudios (que imponía una homogeneización de contenidos para facilitar las ventas de los films) y la aparición de la nueva ola, en particular gracias a películas como Bonnie y Clyde (pilar histórico del actual cine contemporáneo estadounidense, para un servidor), que se combinan con el estallido del cine japonés, la Nouvelle Vague, y el Free Cinema británico.
El estudio también aborda el impacto de la novedad en los géneros. “El género de acción se redefine en el 62 con la primera película de James Bond”, apunta. Los resultados, no obstante, son negativos en el caso de la ciencia ficción, cuyas “palabras clave” aparecen durante los primeros años del cine, para luego mostrar una repetición constante de temas.
“Si es demasiado nuevo, es difícil saborearlo. Si es demasiado familiar, es aburrido”, explica el físico, que emplea un modelo conocido como el Wundt-Berlyne para describir el especto entre lo novedoso y lo conocido: más allá de un tope de elementos nuevos, el espectador suele desconectar por considerar que se enfrenta a una pieza completamente desconocida.
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