La figura del director de encargo, por lo menos en Europa y concretamente en España, siempre se ha visto como la de un artesano, un autor de segunda o, directamente, un mercenario. Lo mismo con los guionistas que son contratados para plasmar una idea ajena en un libreto solvente que responda a una determinada fórmula. ¿Pero qué pasa cuando un proyecto de encargo se convierte en una de las comedias más redondas del año? ¿Se tiene menos talento por dirigir sin firmar el guión? ¿Se tiene menos talento por hacer de la fórmula y una idea impuesta una película implacable en sus pretensiones? Desde luego que no.
Javier Ruiz Caldera hace con ésta, su tercera película. Debutó con Spanish Movie, que ya daba muestras de su gran solvencia y su capacidad para hacer con un presupuesto decente, pero modesto, un largo con empaque de presupuesto muy holgado. Una película que, como todas las spoof movies, y más las que tomaba como referente, era una sucesión de gags tontorrones. Pero en su liga funcionaba, de hecho lo hacía mejor que las Scary Movie, Hero Movie, Epic Movie y demás “Movies” norteamericanas. Detrás había un director con ganas de ir más allá. Lo hizo con la estupenda Promoción Fantasma y ahora termina de clavarlo en 3 Bodas de Más, una película de la que saca todo el partido y que tiene muchas virtudes.
El argumento ya lo tendréis más que visto en el tráiler. Una chica tiene la mala suerte de ser invitada a tres bodas de tres de sus ex-parejas. Como toda persona apocada en cuyo vocabulario no existe la palabra “NO” acaba aceptando asistir a ellas. Al estilo de la comedia romántica que es, aparecerá el interés amoroso obvio y el que cuece a fuego lento.

© Warner Bros.
En primer lugar, y volviendo a esa idea de peli de fórmula, el desarrollo de los acontecimientos clave no sorprenderán a nadie, es un camino trazado con tiralíneas y donde cada personaje tiene una función muy concreta, pero sus guionistas, Pablo Alén y Breixo Corral, saben construir en torno al mismo a una protagonista estupenda, secundarios divertidos y toda una batería de gags inevitablemente graciosos y muy bien rematados por la dirección de Ruiz Caldera, que maneja los tiempos y los puntos de vista estupendamente.
La protagonista, Ruth, tiene una virtud que no siempre se encuentra en todas las comedias, o que no siempre está tan bien lograda: es carismática. El personaje es el de una mujer sin autoestima, a la que todo el mundo le toma por el pito del sereno, pero ni guionistas ni, por supuesto, Inma Cuesta, que lo clava, han dejado que el personaje se quede en un mero muñeco pim-pam-pum. Es un personaje con un punto de patetismo inevitable pero del que uno se enamora al instante y que no queda fagocitado por los secundarios, algo que suele pasar muchas veces en las comedias. Los secundarios potentes son geniales, pero hay muchas películas donde el peso cómico recae excesivamente en ellos dejando al protagonista a la deriva. Aquí ese equilibrio está muy bien medido, muchos gags nacen y acaban en ella o son fruto de su interacción con los secundarios. Secundarios como una Rossy de Palma fantástica, Silvia Abril que es la actriz fetiche del director o Bárbara Santa Cruz que le echa un par de ovarios con su personaje, seguramente el más arriesgado. Luego están los ex-novios.
El funcionamiento de los ex-novios éstos en la trama es muy oportuno. Por un lado sirven para retratar distintos momentos pasados de la vida de Ruth, porque cada novio no tiene nada que ver con el anterior, desde el surfero colgado de Paco León al pusilánime listillo que hace Berto Romero, pasando por el transexual de pueblo al que da vida Laura Sánchez. Por otro, cada una de las bodas de estos personajes es el catalizador para un momento clave de la historia, los puntos de giro. Es un marco genial para hacer eso porque permite que cada cosa suceda en un lugar y unas circunstancias muy diferentes, por tanto con gags distintos y, sin embargo, siempre con esa idea de superar miserias personales. De todas formas, de los tres ex hay uno que destaca inevitablemente sobre el resto, Berto Romero. Es el más relevante porque la película empieza con su ruptura y porque es con el que culmina el cambio de Ruth. Su personaje es genial, y tanto su escena de apertura como la coña con el perro son de los que quedan para el recuerdo.




© Warner Bros.
La trama amorosa es quizás la parte más débil porque es la que se ve venir en todo momento. Es donde la parte de fórmula se ve más claramente, pero también es verdad que quizás a este tipo de películas uno no les pide tanto una capacidad de sorpresa como de diversión y a este respecto la película se reserva un gag brutal y muy políticamente incorrecto en la revelación clave de esta trama amorosa. No quiero destripar nada, lo identificaréis en cuanto lo veáis. Es de esas coñas que en la sala generan un silencio y luego llegan las risas tras un “ooooh”. Mi admiración defintiva, eso lo hacen muy pocas en con el halo (que no fondo) de “peli ligerita” que tenemos en ésta.
Si algo se le puede exigir a una comedia es que sea divertida y tenga buenos personajes. Aquí hay ambas cosas. Será una película previsible en algunos aspectos, será una comedia que huele a hitazo americano porque se nota muy influenciada por ese tipo de cine, pero es que es una película que tiene muy claro qué quiere conseguir y va a por ello. Quiere que te rías, que pagues tu entrada para hacerlo y que a la salida salgas feliz y contento. Y lo harás, porque creen en lo que tienen entre manos y el campañón publicitario que se han montado en torno a esta película es muestra de ello (ojalá esto pasara más veces).
P.D.: Quedaros un poquito en los créditos, que hay una escena genial que explica por qué el personaje de Inma Cuesta es como es. Y es una escena cojonuda.

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