Hay verdades que, cuando se revelan, no sorprenden, pero confirman los peores supuestos en los que buena parte de la población suele ponerse. Algo así es lo que ocurrió en 2011 cuando Edward Snowden, empleado de la CIA, decidió filtrar a la prensa cientos de documentos clasificados de la NSA en los que se confirmaba el espionaje masivo, tanto a ciudadanos como países aliados, que llevaba a cabo el gobierno de los Estados Unidos. Snowden, por supuesto, no sólo no se convirtió en héroe, sino que pasó a ser uno de los principales objetivos de su propio país. Todo por revelar una vulneración masiva de la privacidad de millones de personas.
Una historia así era un manjar irrenunciable para Oliver Stone, un director que siempre se ha caracterizado por un extremo sentido de la crítica hacia las políticas abusivas de su país, ya fuesen tanto internas (el trato a los veteranos de guerra, el caso de JFK, el funcionamiento loco y descarnado de Wall Street) como externas (las relaciones con los países comunistas de latinoamérica, la Guerra de Viet-Nam, etc.). No es un tipo objetivo, es visceral, y no suele callarse ante lo que considera injusto (lo compartamos o no). El caso de Snowden será, con suerte, su regreso a ese cine que tan alto le aupó en los 90 después de perder fuelle durante las últimas dos décadas.
Aquí el primer avance de Snowden. Un teaser donde se invierte un símbolo tan reconocible como la bandera norteamericana para representar todo lo perverso de esta historia: