Por Doc Diablo
La octava película de Quentin Tarantino es una bestia extraña y maravillosa que no va ser del gusto de todos. The Hateful Eight es tantas cosas que va a ser difícil que alguien no encuentre en ella algo que le apasione, pero al mismo tiempo Tarantino, que en las antípodas de Django Desencadenado esta vez exige mucho al espectador, tensa tanto las cuerdas de la metanarrativa, del cruce de géneros y del exceso, que acaba alumbrando una criatura que le va a resultar difícil de tragar a quien prefiera un planteamiento y una estructura más sencillas y de gratificación más inmediata, como el que seguía su anterior film.
A mí me ha cautivado y me ha parecido la depuración extrema de un estilo que ya trasciende su caudal de referentes para erigirse en un género propio. Para expresarlo en pocas palabras, hemos llegado a un punto en que igual que había películas de Hitchcock, hay películas de Tarantino, y creo firmemente que ya no necesitamos entrar en aquel ejercicio recurrente de búsqueda de referentes, sino que la explosiva mezcla de géneros y corrientes cinematográficas que contiene el film forman una nueva entidad absolutamente separada de ellos.
A estas alturas ya todos sabéis lo que vais a encontrar en una peli de Mr. Q, ¿verdad?
¿Diálogos interminables a una velocidad de vértigo y afilados como navajas? – CHECK
¿Intérpretes en estado de gracia?- CHECK (y aquí quiero reivindicar a Tarantino no como el “rescatador de viejas glorias” al que siempre se alude, sino como a uno de los mejores directores de actores de la historia del cine). Aunque siendo memorable el conjunto, que no se hayan concedidos honores a Samuel L. Jackson y a un enorme Walton Googlins que casi les roba la peli al resto, me parece una tomadura de pelo gigantesca.
¿Puesta en escena eléctrica y control del ritmo acojonante? – CHECK
Pero más allá de todo esto, Tarantino da un paso de gigante y construye su habitual ejercicio pirotécnico sobre una reflexión muy radical sobre la concepción de América como nación y la problemática racial como elemento básico para entender el precario equilibrio social que aún perdura a día de hoy. Y, a la vez, lo envuelve todo en un discurso sobre el poder de la narrativa y la delgada línea que separa la realidad de la ficción, articulado en torno al personaje de Samuel L Jackson, y como ambas se retroalimentan y a veces son casi imposibles de distinguir. El cierre del film, con la lectura de un documento que resume todo lo que os acabo de contar, queda para mí como un final antológico y muy difícil de olvidar.
The Hateful Eight es una criatura compleja, tan espectacular como privada, marcadamente ideológica, donde su director prefiere eludir la gratificación inmediata que proponía Django a cambio de una experiencia más profunda
Eso sí, no os preocupéis, a los que todo esto tan raruno que os acabo de contar, como decía el gran Pepe Rubianes, “os sude la polla por delante y por detrás” vais a disfrutar de nuestra ración habitual de tacos, chistes de mal gusto, muertes violentas y cubos de sangre por doquier, Que aderezados con una enorme BSO anclada en el western pero que juguetea con el suspense y la comedia negra, y una foto que quita el hipo, van a hacer las delicias de todo tarantinófilo de pro. Me tendréis que perdonar lo críptica que ha sido mi exposición, pero para argumentarla, tendría que iros desvelando situaciones, diálogos y momentos de la peli que sería imperdonable (especialmente en este caso) destripar de antemano.
EL ROADSHOW
Y llegamos a la madre del cordero: ¿Aporta algo el rodar en celuloide de 70mm y usar lentes anamórficas (usadas por última vez en Khartoum hace unos 50 años), o simplemente estamos ante el capricho de un ego enorme?
Para explicarlo en pocas palabras, el ancho del fotograma pasa de 35 a 65mm, más cinco adicionales para meter el sonido estéreo, en este caso DTS, lo cual permite una amplitud de plano realmente espectacular, que combinado con el uso de las citadas lentes proveen a la imagen de una belleza y nitidez maravillosas. Y dejadme deciros sin lugar a dudas que la diferencia es un mundo. Para más inri y evitar las críticas fáciles de que el formato ultapanorámico solo vale para impresionar con paisajes, el cabronazo de Quentin elige rodar de esta manera un film que se desarrolla en un 80% en una única localización interior no excesivamente grande.
Esto no impide que las panorámicas externas quiten el hipo y que la luminosidad y el detalle que aportan hiciesen que en más de un momento los pelos se me pusiesen como escarpias, pero es en interiores, donde Tarantino presenta su caso para la elección del formato (hacerlo en un film mega-espectacular con batallas multitudinarias habría sido demasiado fácil para él). En condiciones normales, una película de suspense que pasa en el interior de una cabaña tendería a usar como recurso la sensación de claustrofobia que conlleva, ¿no?
Pues Tarantino planifica y rueda como si estuviese filmando una épica, oxigenando el plano y dándote la sensación en todo momento de que estás asistiendo a un espectáculo visual. Apoyándose en el ancho del fotograma y usándolo alternativamente para mostrar la disposición de todos los peones en el tablero de juego, para deleitarte con unos planos medios con un nivel de detalle que te hacen pensar que estás viendo dos primeros planos pegados el uno al otro o con unos primeros/primerísimos planos impresionantes que te permiten apreciar hasta el más pequeño detalle. (Yendo éste desde la distancia entre copos de nieve a contraluz, a la textura de unos sesos desparramados en pelo ajeno)
Aun sabiendo que se acercan los tiempos en que el digital pasará a 4K, a día de hoy no he visto nada remotamente parecido a nivel de definición, manteniendo un aspecto que no me haga pensar en video de alta calidad. Dejando de lado que el soporte concede una textura y una belleza muy particulares a las imágenes. Y aunque soy consciente de que el futuro de la industria no va ir de ninguna manera por rodar en bobinas que pesen cientos de kilos y acumulen kilómetros y kilómetros de película, que a su vez deben ser manipulados por proyeccionistas expertos, no puedo más que darle las gracias a Tarantino por haberme dejado esta joya que perdurará largo tiempo en mi retina. ¡Bendito bastardo¡
PD: ¿Es la de Tarantino la mejor película en lengua inglesa del año? No estoy seguro, ahí están Sicario, Beasts of No Nation y Fury Road para discutírselo, pero que está sufriendo un ninguneo lamentable, ya no sólo por parte de los premios, sino también de los críticos es incuestionable. Cosa que no hace más que reafirmar las verdades como puños sobre el tema racial que esgrime el film y la militancia activa de su director. Eso sí, nadie podrá privarle de cerrar el primer acto escribiendo una pieza para Samuel L Jackson que les eleva a ambos a los altares del monólogo cinematográfico, a la vez que les explica muy claramente a todos los racistas del país lo que pueden hacer con sus bocas en vez de soltar tanta mierda. Aunque le cueste la nominación al Mejor Guión Original. Con dos cojones. (Y un big black Johnson)

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