Al fin llega la nueva Cazafantasmas al cine. Y digo “al fin” porque con toda la polémica previa que ha habido en torno a la cinta, víctima como pocas de una conjunción de filtraciones (se destaparon detalles importantes del proyecto en el ciberataque a Sony) y prejuicios (por ser el remake de una peli emblemática de los 80 y por reconvertir su casting en un elenco enteramente femenino), lo ideal era dejarla demostrar por sí misma sus virtudes y defectos.
Para tranquilidad de muchos, el remake, ni es una copia milimétrica de la peli de 1984, ni ha basado su razón de ser en el cambio de género de sus protagonistas. La elección de un elenco enteramente femenino no es sino una de las muchas variantes que esta película establece respecto a la original, a la que hace numerosos guiños sin que estos socaven la identidad de esta nueva versión.
Esta nueva Cazafantasmas arranca de manera muy distinta a la película de Ivan Reitman. Un inesperado brote de actividad paranormal sirve para el reencuentro de dos viejas amigas distanciadas por motivos profesionales. Mientras una de ellas (Kristen Wiig) ha tratado de hacer carrera en la universidad renegando de su pasado como científica del más allá, la otra (Melissa McCarthy) ha continuado investigando el mundo paranormal junto a una joven ayudante (Kate McKinnon). A todas ellas se une pronto una taquillera de metro que es toda una erudita sobre la historia de Nueva York y que será la conexión de las otras cerebritos con la geografía y pasado de la ciudad.

© Sony Pictures Releasing
Paul Feig establece un recorrido distinto al de la original pero sin poder evitar determinados “checkpoints” propios de la saga, algunos aprovechados de forma acertada y otros más rutinarios, especialmente el tramo final, que exige apoteosis de actividad fantasmal, efectos visuales y mucho menos espacio para el humor, que es donde director y actrices rinden de verdad.
El humor domina sobre todo durante la primera mitad del metraje, que es en la que se establece la dinámica de grupo entre los personajes, el fichaje del empleado florero encarnado por Chris Hemsworth, las primeras apariciones fantasmales y las primeras misiones. Es terreno abonado para construir gags que en muchas ocasiones no son muy distantes a los que podrían verse en un buen sketch del SNL. Por desgracia la chispa va de más a menos según avanza la trama principal, con un villano que no es ni especialmente carismático ni tampoco gracioso.
Obviamente hay un incremento progresivo del peligro que se ciñe sobre la ciudad, pero Cazafantasmas siempre fue (y esta peli no cambia el chip) más comedia que cine de aventuras, algo que parece que Feig tiene asumido hasta tal punto que la película se vuelve mucho menos imaginativa y más previsible cuanto menos margen deja a los personajes y a la comedia. Un mal que no era ajeno a las dos pelis de Reitman, pero que quizás aquí se ve más acentuado.




© Sony Pictures Releasing
Así que, aunque la película arranque de manera notable y los personajes estén bien definidos, la sensación de estar enfrentando una cuesta abajo empieza a tomar fuerza en el último tercio, que se reserva alguna pequeña broma, pero no momentos tan geniales como la mítica reencarnación de Zuul.
En cualquier caso esta Cazafantasmas se gana el derecho a existir por sí misma aunque su aportación no vaya mucho más allá de ejercer de referente para una nueva generación de chavales.

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Naxeteeee
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Luc Hamill