La llegada de Wonder Woman al cine llega con un triple aliciente. El primero de ellos, el común a cualquier película de gran presupuesto que promete espectáculo y diversión al público, el segundo, el ser la primera peli del universo DC/Warner realmente bien armada, seguida de cerca por El hombre de acero, y el tercero, el ser la primera vez que una emblemática superheroína de cómic se traslada al cine sin producir vergüenza ajena (con perdón de la reciente Ghost in the Shell).
Pero quizás ese triple combo aparente más de lo que hay detrás, porque si bien Wonder Woman es una película disfrutable y reivindicable, no ofrece nada nuevo respecto a otros títulos previos del género. Así que todo lo que tiene de bueno también lo tiene de clásico y poco sorprendente. Como viene pasando en las presentaciones de superhéroes de los últimos años en el cine, la película nos narra una historia de autodescubrimiento y aceptación. Nos acerca a esta amazona que es mucho más de lo que ella imagina, algo que irá averiguando en su personal viaje del héroe con el fin de acometer la antigua misión para la que las amazonas fueron creadas por Zeus, acabar con Ares, el dios de la guerra, cuya presencia en la tierra ha tomado forma en la Primera Guerra Mundial, y traer la paz al mundo de los hombres.
Nada nuevo, pero tampoco desdeñable. Abandonados a lo tradicional como contrapunto a las dos películas previas del universo DC/Warner, más enfocadas a una lectura autoral (aunque fallida) y presuntamente rompedora (ese Escuadrón Suicida naif), Wonder Woman opta por la aventura tradicional y por una inocencia que recuerdan mucho a la primera película del Capitán América de Chris Evans y al cine de aventuras de previo a 1995. Tanto en su contexto, el de una Guerra Mundial, como en su idealismo heroico y su fe en la bondad, ambas películas nos llevan de la mano de un personaje apartado por su entorno de la batalla hasta que éste se revela y demuestra con sus actos su valor real y simbólico. En ambos casos bien secundado por un grupo de camaradas curtidos en la batalla que superan su desilusión ante la barbarie gracias a alguien cuyo idealismo y fortaleza emocional sirve de inspiración en los momentos más críticos.
La novedad en este caso es que se trata de una mujer la que representa esos valores en un contexto en el que eso era prácticamente inconcebible. Ese idealismo es el que de algún modo encarna la propia película hoy día. Al fin una gran peli de superhéroes con una heroína a la altura, un resultado digno y con una mujer tras las cámaras demostrando que su elección, aunque pudiera responder a la estrategia de venta de la propia peli como vehículo feminista, llega tarde. Dirigir o contar bien una historia, por mucha acción y violencia que contenga, no es patrimonio exclusivo de los hombres y Patty Jenkins demuestra sobradamente su pulso para la aventura y las escenas de acción, en las cuales, de paso, recicla sin que chirríe en el conjunto parte del estilo visual de Snyder. Con suerte esta película abrirá al fin la veda a un terreno hasta ahora transitado anecdóticamente por mujeres tanto delante como detrás de la cámara.
Por tanto, bienvenida sea Wonder Woman, tanto como vehículo de mero entretenimiento, como por el precedente tardío que establece. Ahora toca el siguiente paso, darle al personaje la evolución que merece y, dentro de DC/Warner, consolidar los buenos mimbres que al fin se han establecido aquí.

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Miguel Rodríguez
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Escobilla del Water